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Victor Frankenstein, la reinvención de un clásico que realmente nadie pidió

Ya sea que provenga de un cómic, una obra de teatro o tal cual de la literatura impresa, el reto que presenta una adaptación al cine siempre es elevado; más aún, si se trata de una obra tan icónica dentro del género de terror como lo es Frankenstein de Mary Shelley (Londres, 1797), misma que en numerosas ocasiones ha incursionado tanto en la pantalla grande como en la televisión a lo largo de su existencia.

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Desde luego, nuestro referente inmediato es aquella cinta magistral de 1931 que dirigiera James Whale, aunque también están aquellas que gozan de menor popularidad, y otras más que, para su buena fortuna, ni siquiera han ingresado al baúl de los recuerdos a causa de lo terribles que son. Victor Frankenstein se encuentra lamentablemente muy cerca de esta última categoría.

Dirigida por Paul McGuigan (Sherlock de la BBC), protagonizada por James McAvoy (X-Men: Días del Futuro Pasado) y el ex-Gryffindor Daniel Radcliffe, la película se centra en la singular relación del Dr. Frankenstein y su invaluable colega, Igor, desde sus inicios hasta la inminente creación del legendario monstruo, narrada desde la perspectiva del jorobado asistente y presentando una arriesgada reinterpretación de ambos personajes que se asemeja a lo que fuera la visión de Guy Ritchie para con Sherlock Holmes en 2009. Sin embargo, podemos afirmar que en este caso, la reinvención resulta ser mucho menos efectiva y básicamente fallida.

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Si bien la química de los actores es aceptable, tanto McAvoy como Radcliffe se perciben en tonos distintos de su interpretación, pues mientras el primero sobreactúa ante la más mínima exclamación, el segundo se muestra flojo e incómodo. Si consideramos que prácticamente todo el peso de la película cae sobre sus hombros, podemos intuir que el panorama desde aquí ya no pinta nada bien.

A esto agreguemos que la batuta del director escocés no se siente firme en ningún momento, lo cual da pie matices irregulares que, aunados a un guión que se pierde en un mar de clichés y demás elementos comerciales, terminan por sepultar cualquier posibilidad de convertir a esta cinta en un homenaje digno a la historia original.

En cuestiones técnicas, la fotografía de Victor Frankestein se muestra medianamente cuidada y los efectos visuales cumplen con su labor sin llegar a ser sobresalientes ni necesarios. Mención aparte al diseño sonoro y a la música, los cuales tienen momentos sumamente efectivos.

En conclusión: esta película no se convertirá en un referente de Frankenstein para las nuevas generaciones ni mucho menos en un clásico del cine, pero es una opción si de plano no hay nada mejor en cartelera. O en Netflix. O en tu vida.

Texto: Carlos A. Narvaez

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