Por Carlos Perdur.
Un cartel en Facebook anunciaba un evento. Sobre la explanada de la Expo se estrenaría un documental acerca de Tijuana y otras cosas, como parte del Festival de Cine de la ciudad.
Después de lidiar con el viernes y el sábado, ha sido una épica batalla, el domingo se prestaba para solo dormir, recordar lo del día anterior y asistir al evento de las siete de la tarde de la Expo.
Las 18:40 y yo reaccionaba apenas. Mis tenis amarillos tuvieron que apelar a sus antepasados y condujeron una travesía histórica. Llegué sobre los minutos tolerancia.
Un lleno reconfortante aguardaba, y encontrar un asiento, dentro del sistema internacional de apartados, era la siguiente tarea. Libros, ropa y vasos de cerveza protegían imponentemente su tesoro, la silla. Rostros angelicales se difuminaban en muecas para contestar: “¡Está ocupado! lo siento” Las izquierdas, como es su realidad actual, estaban semivacías, así que opte por renunciar al centro y aterrice en la última silla de la fila 14.
Las cataratas de luces y micrófonos abiertos anunciaban el inicio. El director del festival, Iván Trujillo, presentaba a curadores y coordinadores.
Todo estaba listo para la presentación oficial del documental: “Tijuana, sonidos del Nortec”.
Los sonidos de la Tijuana contemporánea se materializaron en imágenes de colores brillantes, grafitis poéticos, autos baleados y el insípido muro que divide a México y Estados Unidos.
“Hablar sobre Tijuana es hablar sobre un chingo de cosas” reflexionaba Leonardo, un músico radicado en Tijuana desde hace 21 años, que enseña y toca los instrumentos de la tambora.
Con monólogos narrativos sobre la evolución musical de Tijuana y la percepción propia de los integrantes de Nortec, se desarrolla la obra filmográfica.
La noche entonces tomaba el rumbo de los sueños y las sillas tesoro perdían su valor y ganaban odio. Ya no las necesitábamos, ahora el espacio vacío era el paraíso.
Bostich y Fussible comenzaron a jugar con sus iPad y el Foro Expo se movía a su placer. Fotógrafos improvisados se derretían por la infinidad de imágenes que traía cada beat de acordeones descontextualizados.
Chicas y chicos brincando bajo el sonido único de Nortec. Las trompetas tecnológicas coqueteaban con la noche y los juguetes la adornaban. Un helicóptero a control remoto sobre nosotros, grababa imágenes, y la estrella, El Reactable – instrumento tecnológico de interfaz tangible – hacia una sexy muestra de la experimentación.
Se cerró la cuarta jornada del Festival con una noche fantástica y saber que la semana justo comienza.