Larracilla posee una magia siniestra sin igual, una técnica precisa y una cosmovisión que te encamina a sentirte solo en medio de la nada
Por: Daniel Ramírez (gestor cultural).
Aquí un escenario. imaginen que son niños de no más de diez años, son altas horas de la noche y tú no puedes dormir, bajas las escaleras que chillan sufridamente con cada paso que das sólo porque quieres un vaso con agua. Todo está obscuro, todo es incierto, te da frío y sientes que tu corazón aumenta su palpitar, la temperatura dentro de tu cuerpo aumenta, miras a tu alrededor, nunca antes habías sentido el camino hacia la cocina tan largo, no entiendes nada pero tu cuerpo presiente que algo no anda bien, comienzas a escuchar ruidos inusuales, el crujido de la madera, el eco de las voces que retumba en las paredes.
Tu cabeza está perdida, tus emociones están sometidas por el nervio y por el frío que ahora roza tu espina dorsal, sabes que no podrás lograr conseguir tu vaso con agua, decides regresar y cuando te das la vuelta ves una sombra moverse. No hay nada que te detenga corres como nunca y te diriges a tu recamara, a tu cama donde sabes que al cubrirte con tus sábanas estarás seguro.
Tú no quieres saber si fue producto de tu imaginación o de algo que puede nombrarse como sobrenatural, sólo lo callas, te lo tragas y ese miedo se queda tatuado en tu ser hasta que decidas afrontarlo. Mientras tanto no hay explicación, sólo sientes al más mínimo nervio de acordarte que esa noche viste y sentiste algo que jamás olvidarás.
Teniendo ese escenario como base, podemos decir que el trabajo pictórico de Carlos Larracilla, pintor de origen jalisciense, causa sensaciones muy similares a lo anterior; al estar frente a uno de sus cuadros llenos de colores obscuros y con personajes míticos retorcidos te generan el mismo sentimiento de angustia, ansiedad y miedo, otro comparativo es cuando caminas sólo por las calles a la una de la mañana, todo es obscuro salvo una que otra luz que te ayuda a visualizar tu camino, sientes que algo o alguien te observa y/o te sigue, no lo ves pero puedes sentirlo y sabes que no es algo bueno.
Larracilla posee una magia siniestra sin igual, una técnica precisa y una cosmovisión que te encamina a sentirte solo en medio de la nada, solo en un paisaje lleno de miedo y penumbra donde la vida agoniza. Sus pinturas logran algo que no puedes quitártelo de la mente, es como ir a ver un espectáculo de “freaks”, o como estar en un hospital psiquiátrico. A través de este gran trabajo puedes ver la delgada línea, y cruzarla, que hay entre un dulce sueño y una horrible pesadilla.
Este pintor cuenta ya con una gran experiencia en exposiciones colectivas e individuales que alcanzan terrenos nacionales e internacionales; ha participado en otras manifestaciones artísticas como en obras literarias, cuentos y en otros tipos de publicaciones, así como en documentales.
En el arte podemos apreciar un sinfín de emociones y de universos, y lo más asombroso de ello es que en el camino vamos a encontrar cosas que quizás no nos gusten, y no es porque sea una cuestión de bien o mal gusto que es algo inicialmente subjetivo, sino que va más allá dentro de la mente, el miedo y la obscuridad son la ausencia de luz que provoca el reflejo de nuestros demonios, y aquí una pregunta ¿a quién le gusta ver a sus demonios? No hay que escapar, mejor los contemplas en la obra magistral de este artista.
Para mayor información sobre Carlos Larracilla, puedes visitar su sitio web larracilla.com.