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La renovada flama de Megadeth

Dystopia

Es un disco las más de las veces demoledor, que trae de regreso su pasión por la dureza bien lograda y que restaura la fe, al menos por el momento, en una de las agrupaciones más queridas en el universo de los sonidos rudos.

Distopía
Del lat. mod. dystopia, y este del gr. δυσ- dys- ‘dis-2’ y utopia ‘utopía’.
1. f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana (Descripción de la RAE).

Dos álbumes le bastaron a Megadeth para convertirse en banda de culto y referente del metal en general y el thrash en particular: la revancha sónica que es Killing is my business… And business is good! (1985), y el explosivamente político Peace sells… But who’s buying? (1986). Pero a partir de ahí, junto con su inseparable mascota Vic Rattlehead el grupo liderado por el irascible pelirrojo Dave Mustaine ha estado salpicado de vicisitudes de todos los calibres en su largo historial.

Megadeth
Dave Moustaine. Foto: Megadeth.

En una trayectoria de tres decenios, Megadeth se ha escuchado caer y levantarse. Junto con alineaciones de ensueño que han acompañado al par de Daves (Mustaine y su casi eterno bajista Ellefson), como Gar Samuelson y Chris Poland en los discos mencionados, y Marty Friedman y Nick Menza en otro par no menos grandes (Rust in peace, 1990, y Countdown to extinction, 1992), el grupo ha padecido desde problemas de drogas hasta insufribles cambios de personal, pasando por obras que van de regulares o insulsas a malísimas, ser nominados al Grammy en varias ocasiones sin ganar uno solo, además de enfermedades, retiros, demandas legales y regresos.

Pero este sinfín de avatares sólo sirve para rociar gasolina en la discografía irregular de una agrupación que, cuando muchos daban (dábamos) por muerta, de cuando en cuando sabe reavivar las cenizas que habitan en el inmenso ego del virtuoso guitarrista para entregar producciones que le rescaten del marasmo. Básicamente así ha sido la tónica en su campamento, y la pifia más reciente se dio en 2013, cuando editaron Super collider y con éste, más de alguno sentimos que ya se los había llevado el carajo respecto a música nueva. Sin embargo Mustaine, una vez más, sacudió una de sus alineaciones más longevas ―pero no entrañable― para meterse al estudio del cual salió su decimoquinto álbum, y que describió de esta manera en Revolver Magazine: “desde el comienzo supe que quería regresar a mis raíces, y que quería hacer un disco de thrash”.

Megadeth
Megadeth en vivo. Foto: Megadeth.

Pionero en el género de marras, el nacido en California en 1961 extrajo lo necesario del pasado para ponerse a componer, y aun cuando la historia no deja de recordarnos que los clásicos son irrepetibles, imbuyó su sapiencia con ciertas dosis de una nostalgia bien manufacturada para lograr su fin. Lleno de complejas estructuras, el resultado es una variada mezcla entre las épocas del Rust in peace y el Countdown…, con aires de la etapa del Peace sells. Dystopia (Universal, 2016) muestra a un Megadeth vintage, que simplemente pulió su armadura para quitar la herrumbre experimental y los sonidos que buscaban colarse en la radio.

Con una gran portada al más puro estilo de los videojuegos bélicos, este álbum encuentra a un Mustaine más inspirado y filoso, se dejó de locuras y sacó de su arsenal unas líneas tremendas en las seis cuerdas para acompañar sus crípticos dardos líricos, entre los que se descifran conspiraciones internas, alienaciones, y denuncias de los métodos modernos del caos y la destrucción mundial. Otro punto a favor es que ahora entrega esto mediante una voz que gruñe, más acorde con su edad y capacidades, esquivando aquellos chirridos nasales como de clavos rasgando un pizarrón y que ahora cuadra mucho mejor con la música.

Megadeth
Foto: Megadeth.

Es un disco las más de las veces demoledor, que trae de regreso su pasión por la dureza bien lograda y que restaura la fe, al menos por el momento, en una de las agrupaciones más queridas en el universo de los sonidos rudos. El baterista Shawn Drover y el guitarrista Chris Broderick fueron sustituidos por Chris Adler (de Lamb of God) y el brasileño Kiko Loureiro (de Angra), respectivamente, y es indudable que esta sangre nueva fue parte fundamental en la atizada flama de Megadeth para dar vida a uno de sus discos más pesados, agresivos y técnicos en varios años. Mientras que Adler se planta firme como el secuaz perfecto de Ellefson para soldar una base creativa y contundente, también destacan los duelos de solos entre Mustaine y Loureiro a lo largo del álbum, amén de los finos interludios acústicos que aporta este último a la empresa.

Amarrado y preciso sin llegar a lo artificial en su producción, en esta oncena de canciones los ritmos pasan de simplemente disfrutarse a enganchar sólidamente con una metralla de riffs que fulminan. Y aun cuando no se trate de una obra de thrash propiamente dicha, la ferocidad rezuma en cortes como “The Threat is Real», “Dystopia”, “Fatal Illusion”, “Death from Within”, «Post American World» (con todo y su tufo a “Symphony of Destruction”), “The Emperor”, y el cover “Foreign Policy”, de los punketos angelinos Fear.

En “Lying in State” se encuentra repetida la frase “¿un legado perdurable o la ruina traída de manera apresurada?”. Tomada fuera de su contexto original, se le ajusta también al significado como una manera de catarsis, antes que la decadencia premonitoria para su banda con las experiencias que ha atravesado en los últimos tiempos el imprevisible personaje en quien, este año, renació el amor por el metal del calibre que solamente él sabe darle. Y con este disco, es para regocijarse que mister Mustaine esté de regreso en el juego.

Texto: Javier Carrillo.

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