Roger Waters nos hizo viajar por la época más psicodélica de Pink Floyd y nos compartió un vasto cancionero con himnos atemporales que nos cuentan historias de represión social.
Después de haber sorteado los inconvenientes del tráfico vehicular propiciados por el clima lluvioso que predominaba en la Ciudad de México, muchos asistentes con evidentes señales de estrés, se apresuraban a buscar la entrada marcada en sus boletos para asistir al primer concierto que ofrecería Roger Waters en el Foro Sol, con una fecha impresa que no olvidarían: jueves 28 de septiembre de 2016.
Quizá la mayoría de los 58 mil asistentes esperaban tener un momento catártico a través de los cuatro álbumes que, en teoría, presentaría el músico británico: ‘Dark Side of the Moon’, ‘Wish You Were Here’, ‘Animals’ y ‘The Wall’. El concierto comenzó a las 21:30 horas, en las pantallas que rodeaban el escenario se veía un astro que latía en el fondo y su puesta era acompañada por ‘Speak to Me’ del disco ‘Dark Side of the Moon’.
Pronto salió al escenario Waters acompañado de su banda y al unísono los asistentes aplaudieron, gritaron y se levantaron de sus asientos. Tras la impresión, unos prefirieron sentarse y otros se quedaron parados, pero esto generaba discrepancia entre los asistentes; una chica con falsa modestia exigía a la chava de adelante que se sentara porque ella y su novio no podían ver, la chica que estaba de pie le ofreció cambiar el lugar, pero se negó.
Ante la negativa, la chica de la parte frontal, envuelta por la fuerza que sólo la música ofrece, respondió certeramente: “este es mi lugar”, y sí, ese era su lugar, esos eran sus sentimientos; eso era lo que le provocaba la música de Waters: brincar, gritar desaforadamente, llorar y entregarse a un momento que sólo pasa una vez en la vida. La chica de enfrente, demostró que todos tenemos derecho a defender nuestra manera de sentir. Sí, ese fue el primer relámpago subversivo que provocó la música de Roger.
El concierto proseguía, y se escuchó ‘Shine on Your Crazy Diamond’, mientras en las pantallas deambulaban imágenes fluorescentes de Syd Barret. No sería la única ocasión en que se recordaría a ‘El Diamante Loco’, también se entonó ‘Set the Controls for the Heart of the Sun’ del disco ‘A Saucerful of Secrets’. La noche fría y psicodélica fue acurrucada con ‘Fearless’ proveniente de otro álbum que no estaba anunciado: ‘Meddle’. Pero con la interpretación de ‘Animals’ las cosas cambiaron drásticamente.
La primera canción extraída de este álbum fue ‘Dogs’, con ella el escenario se convirtió en una gran fábrica y a un costado de ésta un cerdito sobrevolaba el cielo mexicano. Cuando tocó ‘Pigs’ en las pantallas apareció un cerdo con la cara de Donald Trump; y como si el mensaje no hubiera sido lo suficientemente claro, durante la interpretación de ‘Another Brick in the Wall’ , emergió la frase: “Trump eres un pendejo”, lo cual ganó la ovación de los asistentes.
Un cerdo más grande y con colmillos afilados se convirtió en el personaje principal de la noche, en él aparecían diversas consignas como “Fue el Estado” “Se los llevaron vivos”, haciendo una clara alusión a los 43 normalistas desparecidos en Ayotzinapa. Waters tomó el micrófono para leer un comunicado en el cual cuestionaba al presidente de la República mexicana por los miles de desaparecidos y asesinatos durante su mandato.
Textualmente dijo: “La última vez que toqué en el Foro Sol conocí a algunas familias de los jóvenes desaparecidos de México. Sus lágrimas se hicieron las mías, pero las lágrimas no traen de vuelta a sus hijos”. Un gran vitoreo emergió de los fans, en ocasiones el rebumbio era tan fuerte que el cantante tenía que pausar su discurso.
El concierto continuó y sonó ‘Mother’, muchos y muchas la comenzaron a cantar como una protesta contra el matriarcado y, de repente, en la frase de la canción que versa: “Mother should I trust the government?” se convirtió en un reproche contra el patriarcado del Estado, por lo cual, la réplica colectiva fue una contundente mentada de madre. Poco después apareció en las pantallas “Renuncia Peña”, la respuesta que venía de las entrañas fue: “¡Asesino, asesino!”.
Así fue como durante más de dos horas ininterrumpidas Roger Waters nos hizo viajar por la época más psicodélica de Pink Floyd y nos compartió un vasto cancionero con himnos atemporales que nos cuentan historias de represión social y cómo los seres humanos nos hemos convertido en una especie inerte que posee una fascinación vana por generar grandes ganancias económicas, ¿a costa de qué? De erradicar la especie humana en cuerpo y alma.
Texto: América Méndez.