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Dunkerque de Nolan, espectacular obra audiovisual sin alma

La película de Nolan ha querido nadar en las aguas del cine bélico intimista huyendo de la épica habitual.

El director británico firma un ejercicio cinematográfico técnicamente perfecto donde, sin embargo, naufragan un guion escueto que ni si quiera se iba a utilizar en un principio, una idea a priori brillante para crear una historia épica intimista en tres líneas de tiempo simultáneas, un score y un diseño sonoro excepcionales que se pierden en el imaginario narrativo y visual de Nolan junto a un reparto extraviado en las locaciones como si el director no estuviera ni se le esperase, más ocupado en poner en escena sus auténticos y caros juguetes bélicos vintage que de dotar, al menos superficialmente, de credibilidad y realismo los roles psicológicos de los personajes y el escenario histórico que reivindica con un chovinismo que sólo se les permite a los hijos de la Gran Bretaña.

Dunkerque fue noticia desde el momento en que Christopher Nolan anunció su intención de llevar a la gran pantalla uno de los episodios más desastrosos y al mismo tiempo milagrosos del ejército inglés, en este caso la operación Dinamo en la Segunda Guerra Mundial. Desde ese instante todo fueron conjeturas. La prensa se frotaba las manos ante el nuevo proyecto del realizador. Poco se sabía al principio, pero nos llegaban noticias como la de que no se iba a utilizar un guion, o al menos no un guion al uso, que la historia pretendía tener un carácter épico intimista alejado de otros acercamientos al conflicto bélico como Saving Private Ryan de Spielberg y que primaría la maquinaria de guerra real sobre los vehículos generados por ordenador de otras producciones. Para colmo, el binomio Nolan en la dirección y Zimmer en la banda sonora estaba afianzado entre realizador y compositor de una manera que no se recuerda desde la época en que Bernard Herrmann componía en ambigua armonía con Hitchcock antes de su ruptura profesional tras Torn Courtain.

Dunkerque no es una mala película, el problema es que, en mi humilde opinión, ha tenido que batallar con las expectativas generadas y eran grandes, muy grandes. La legión de seguidores del realizador eleva a los altares cinematográficos lo que, a mi criterio, es en realidad un gran espectáculo vacío de contenido y sensibilidad real. Una puesta en escena que desaprovecha la fantástica fotografía de Hoyte van Hoytema que ya demostró su buen hacer en The Fighter de David O. Russell, Her de Spike Jonze e Interestellar del propio Nolan.

A la deriva de comentarios complacientes con la película se unen los de aquellos a los que parece que les hace falta ver un poco más de cine a raíz de frases como estas: “Nolan es el nuevo Kubrick”, “la mejor película bélica de todos los tiempos”, “Nolan filma el Apocalypse Now del cine del siglo XXI”… en fin, sin comentarios.

¿Qué hace grande a una película bélica?

No hay una fórmula matemática concreta y hay varios tipos de cine de guerra, sobre todo los que se basan en lo acontecido en la Segunda Guerra Mundial. No la vamos a comparar con el tipo de filmes “hazañas bélicas”, los cómics que se popularizaron durante la contienda y tras ella que influenciaron obras como The Dirty Dozen, The Guns of NavaroneKelly’s Heroes, Cross of Iron o The Great Scape en los que también se basó Tarantino en su infumable Inglourious Basterds. Por otro lado están las grandes películas cuasi documentales como Tora, Tora, Tora, Midway, PattonThe Longest Day o A Bridge Too Far, precisamente el realizador británico ha huido de esa concepción narrativa.

La película de Nolan ha querido nadar en las aguas del cine bélico intimista huyendo de la épica habitual de la lucha psicológica de las personas que están bajo fuego en una batalla, pero se ha hundido como los soldados que se ahogan llevando demasiado equipo encima cuando efectúan un desembarco.

Luego están esas películas que pretenden hacerte partícipe de la desolación de la guerra al excavar en la realidad psicológica de los combatientes y a las que creo que Dunkerque no se acerca ni de lejos, tampoco parece pretenderlo. Hay quien me ha dicho que no me ha gustado por su ritmo lento y su factura intimista… error, no me ha gustado porque es un huevo de chocolate con un exterior delicioso pero la cápsula del regalo que lleva dentro está vacía y lo peor es que a casi nadie parece importarle.

Una película que Nolan no podría hacer en su vida es The Thin Red Line porque obviamente no es Terrence Mallick ni se espera que llegue a serlo con trabajos como Dunkerque. Si The Thin Red Line fuera más lenta el proyector del cine se apagaría y sin embargo, con esa parsimonia, con esa intimidad psicológica tan bien plasmada en la dirección de un reparto mastodóntico de figuras de primer nivel y actores desconocidos, consigue una experiencia sensorial y espiritual que Nolan ni roza.

Las excusas más enarboladas por los defensores de la genialidad de la película son su impecable factura técnica, el uso de vehículos reales, la ausencia de exceso de vísceras al que nos tienen acostumbrados otras producciones, el increíble uso del score y del diseño sonoro del que hablaremos más adelante pero, más allá de eso, ¿qué hay? Pues hay una autocomplacencia infinita del director en un collage de escenas que conforman un cuadro precioso, una experiencia cautivadora que te pone unos grilletes durante los primeros diez minutos de película y cuando crees que vas a ver algo realmente grande acabas saliendo de la sala con la sensación de haber visto un comercial de dos horas sobre las virtudes británicas. Todo cocinado con los mejores utensilios pero con una dialéctica audiovisual y poética fácil de postal. Pretende agobiarte, que conectes con los hombres de la playa, que te sientas como si realmente estuvieras en esa costa llena de espuma de mar solidificada por el frío. Ni me agobié ni empaticé y por supuesto me aburrí, no por la falta de acción, sino por la falta de impresión que producía en mí lo que veía en la pantalla pese al bombardeo audiovisual.

Pondré como ejemplo otros títulos que creo que aciertan donde Nolan se pierde. No hablo según un orden de importancia pero ahí están filmes como The Thin Red Line de Malick, Stalingrado de Joseph Vilsmaier, Letters From Iwo Jima de Clint Eastwood o The Young Lions de Edward Dmytryk con unos inconmensurables Marlon Brando, Dean Martin y Montgomery Clift.

¿Dónde está el gustazo de verla a pesar de todo?

Pues en una fotografía espectacular que no disfrutas igual, obviamente, dependiendo del formato en que la veas pero que tiene una belleza incontestable. Para conseguir la experiencia definitiva Nolan decidió rodar en un formato fotoquímico de grandes dimensiones que pudiera potenciar toda la textura y el color en un fotograma lo más grande posible, con una resolución inmensa para acribillar audiovisualmente al público en la sala como los Stuka alemanes con sus proyectiles y “trompetas de Jerichó” a los soldados en la playa.

Luego tenemos un trabajo en el score por parte de Hans Zimmer que es bueno pero no arriesgado porque ya había utilizado un concepto similar también con Nolan en The Dark Knight. En esa película también tuvieron el aporte en el diseño sonoro de un genio llamado Richard King. Este experto en sonido logra dotar de una pesadez mecánica a la banda sonora en una simbiosis increíble con la música que Zimmer instrumenta de forma muy correcta pero que, por momentos, transcurre por derroteros diferentes al pulso narrativo de Nolan, como si otra película hubiera sido posible.

Ya en The Dark Knight Nolan, Zimmer y King y luego Nolan con el director David Julyan en The Prestige utilizaron un principio acústico basado en la música y en el diseño sonoro para confundir y achicharrar sensorialmente al espectador, es el tono Shepard. ¿Cómo funciona? Son varios tonos que están separados por una octava y que suenan simultáneamente. A medida que ascienden, los tonos más altos se difuminan mientras que los más bajos ganan peso y fuerza. Disparado en bucle, tu mente está convencida de que está escuchando un sonido ascendente, cuando en realidad es algo estable. Cuando el sonido es continuo, se denomina un Shepard-Risset Glissando… es realmente estremecedor.

Dunkerque prometía generar incomodidad e inquietud en el espectador envuelta por el abrumador despliegue audiovisual, prestando especial atención a la foto, la música, el diseño sonoro y un tratamiento distante de muchos de sus personajes con los que Nolan parece perderse si no tiene la posibilidad de utilizar sus entramados narrativos habituales, una pena por tener a dos monstruos de la interpretación como Keneth Branagh y Cillian Murphy desaprovechados. Por eso me decepciona, porque promete dejarte desprevenido y abandonado en la playa y te sientes más como al otro lado del cristal del zoológico y quizás fuera esto lo que pretendía el británico con eso del intimismo épico.

Me ha decepcionado porque pasa de puntillas por aspectos reales del hecho histórico en beneficio de un guion innecesario en la simulación de una filmación de prensa de guerra pero de alta calidad. Esperaba más porque aunque no canonizo a Nolan me parece un director con una trayectoria impresionante que se ha perdido en su experiencia personal como nieto de un militar fallecido en la operación, apura la reiteración en el montaje haciendo que secuencias que podrían ser inmortales queden como algo bonito que has visto en el cine y que es maravilloso porque está en IMAX.

Me ha decepcionado porque esperaba algo más del director que desprestigió a multitud de compañeros cineastas reconocidos y desconocidos dejando entrever en sus declaraciones que el cine que no se estrena en salas de cine no es cine, valga la reiteración. Señor Nolan he visto películas en una laptop estando de viaje que no se estrenaron en salas con más cine que su película, es como si el poster del concierto inspirara más que la actuación del grupo en vivo, como si anunciar la fiesta hubiera sido más divertido que vivirla luego. Un espectáculo que sobrevivirá en la pequeña pantalla devaluado con el tiempo.

“¿Cuál es la definición de una película? ¿Qué es una película? ¿Algo que dura dos horas? ¿Es un género en particular? Nada es eso. Lo que ha definido siempre una película es que se vea en un cine. Ni más ni menos”, Christopher Nolan.

Pues eso…

Texto: Javier Titos García.

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