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Entrevista: Carlo Bravo, pasión por el ballet

El bailarín Carlo Bravo interpretó a Cuasimodo en el Jorobado de Notre Dame: «no es necesario que los coreógrafos me conozcan para saber qué es lo que voy a poder hacer».

Carlo Bravo es un joven bailarín tapatío de 26 años, actualmente forma parte de la Compañía de Ballet de Jalisco, su pasión y entrega en su última presentación como Cuasimodo en el Jorobado de Notre Dame nos hicieron voltear a verlo para entrevistarlo y conocer más sobre su noble profesión dentro de un mundo estereotipado por la estética dancística.

Carlo Bravo
El bailarín jalisciense, Carlos Bravo, durante un ensayo de la Compañía de Ballet de Jalisco.

Cristina Lupercio (CL): ¿Qué significa el ballet  para ti?

Carlo Bravo (CB): Al principio fue un  pasatiempo, como un deporte, ahora significa mi vida;  lo que me da de comer, por lo que vivo, por lo que a veces soy feliz o por lo que  a veces,  estoy en la miseria, en la tristeza, entonces, es mi estilo de vida, mi pasión, mi todo.

CL: ¿Cuándo y cómo fue tu primer acercamiento al ballet?

CB: Fue gracias a mi mamá. Ella fue bailarina y ahora es maestra de ballet, creo que mi primera vez en el ballet fue en la panza de mi madre. Por lo que me cuenta, no sé cuántas semanas tenía de embarazada y estuvo en el escenario. Desde  siempre, acompañaba a mi mamá a sus ensayos en el teatro y escuchaba la música clásica.

CL: ¿A qué edad comenzaste a hacerlo parte de tu disciplina?

CB: Así bien, bien, comencé a los 15 años, ya un poquito tarde. Mi primera clase fue a los 7 años pero para mí, en ese entonces era una cosa para niñas, prefería algo así como el futbol, natación o karate, otros deportes que me exigieran más condición física porque era un niño realmente hiperactivo. En  el ballet no podía estar sostenido en la barra durante 45 minutos o hacer ejercicios que para mí eran aburridos al principio. Fue como hasta los 15 años que entré a la prepa y a una escuela de artes, estuve en canto y guitarra, ahí,  fue cuando volví a acercarme al ballet y tomé la decisión de hacerlo bien, darle una oportunidad y animarme.

CP: ¿Cuándo eras más pequeño, sufriste algún señalamiento?

CB: Bullying, sí claro, fue muy fuerte y uno de los motivos por los que decidí dejarlo. En la primaria empecé a tomar clases de ballet y de alguna manera, mis compañeros se enteraron. A esa edad, los niños son muy crueles y uno también se deja lastimar. Los comentarios a esa edad son muy importantes, sufres bastante de lo que te dicen o no te dicen, si no eres alguien importante en la clase  no te hablan o simplemente te hacen la ley del hielo y eso, también te afecta. Obviamente quieres tener amigos o una novia, que te pelen o te llamen las niñas. A esa edad, se dejan llevar por los comentarios por eso dejé el ballet y ahorita me arrepiento porque si no lo hubiera dejado, estaría haciendo otras cosas, estaría en otro lugar, no tendría tantos  problemas por querer audicionar en otros lados porque  la competencia en el ballet es muy pesada, antes no había tantos hombres en el ballet, ahorita hay muchísimos, es de las cosas por las que me arrepiento haberlo dejado.

Carlo Bravo
Carlo Bravo en la puesta «El Jorobado de Notre Dame». Foto: Facebook Ballet de Jalisco.

CP: ¿Es real el estereotipo del bailarín homosexual que la mayoría de los que no estamos en el ballet tenemos en mente?

CB: Pues de alguna manera como que es algo que tenemos que aprender a llevar más en México y en otros países  donde hay mucho machismo.  No te voy a mentir, obviamente por ser ballet encuentras más hombres que son homosexuales o un poco afeminados, creo que cualquier hombre es afeminado y tiene un cierto porcentaje de feminismo en su vida porque tienen una mamá o hermanas y de alguna manera, se preocupan por verse bien. Ya cuando ves hombres que no se preocupan, que todo el tiempo están borrachos, te das cuenta de la educación y aquí en Guadalajara se sufre. Hace poco tuvimos una presentación al aire libre en el Degollado y tuvimos que andar en mallas, las mujeres más que nada, uno como hombre sabemos cómo llevarlo pero las mujeres por andar en tutú o en mallas o licras y calzones, están más expuestas a los comentarios de los hombres, eso a mí me molesta, no me agrada y si llego a tener hijos, sean lo que sean, hagan lo que hagan, los voy a apoyar.

CL: ¿Qué tuviste que hacer para convertirte en bailarín profesional?

CB: Por lo mismo que inicié en el ballet a los 15 años, empecé un poco tarde, entré a la prepa y en primer y segundo semestre, mi maestra de baile Doris Topete, cada año organiza un seminario de  ballet, le llama «Muestra Internacional» y reúne a maestros de todas partes del mundo, ella estuvo estudiando en San Petersburgo y sus compañeros tratan  de reunirse para ver qué están haciendo en su país y realizar intercambios. Ese año me tocó que me viera una maestra de Francia en León y me dio una beca, me fui a estudiar a Francia un año y medio, me estuvieron preparando para hacer audiciones en todas partes e hice audición en Lyon, en París y quedé en París.

Audicioné en la Ópera en París y en el Conservatorio de Danza de París y en las dos quedé. Obviamente, vivir en París, no es como aquí. Yo tenía 16 años y en París una botella de agua costaba como 3 o 4 euros, bastante caro, así que regresé a Guadalajara para buscar patrocinios pero no encontré nada, no me quisieron apoyar porque para el gobierno o para quien estaba en ese entonces, era más fácil apoyar a alguien que estaba en una maestría que  a alguien que estaba empezando, entonces ya no  pude salir del país, lo bueno es que ese año, el secretario de cultura que estaba, abrió la compañía clásica y neoclásica de Jalisco, y allí estuve trabajando un año.

Guardé lo que ganaba y al año me fui a audicionar a Hamburgo, Alemania y quedé en la escuela, hice un año, terminando mis estudios de ballet clásico estuve buscando trabajo pero las visas de trabajo son difíciles de conseguir. Me regresé a México, lo bueno es  que en ese entonces, tenía una novia que se fue a Chile y me fui a seguirla y allá, la Compañía Nacional de Santiago me contrató y estuve bailando 8 meses. Lo difícil es que te contratan por temporadas porque ellos ya tienen a sus bailarines que aunque tengan 40 años pueden seguir bailando y uno tiene que esperar a que se abra una vacante para poder tomarlo y es más difícil que se lo den a alguien que no tuvo la escuela de esa compañía, le dan  más preferencia a los estudiantes.

Carlo Bravo
Carlo Bravo en la puesta «El Jorobado de Notre Dame». Foto: Facebook Ballet de Jalisco.

Estuve bailando, sí me pagaban pero no me dieron contrato, entonces no me pude quedar, mandé un video a San Antonio y me dieron contrato, estuve bailando allá un año, luego en Miami otro año y entonces me enteré de que estaban abriendo la Compañía de Ballet en Jalisco que  la iba a dirigir Dariusz Blajer, él fue director de la Compañía Nacional y decidí venirme otra vez a Guadalajara para trabajar con él. Él estuvo bailando con Maurice Béjart, un coreógrafo reconocido mundialmente como semillero de lo que es el neoclásico, siempre me ha gustado ver sus coreografías y sabía que Dariusz tenía esa mentalidad que es difícil de encontrar, así que tenía muchas expectativas de él como director. Ya tengo cuatro años con él dentro de la Compañía.

CP: ¿Cuáles son las puestas en escena más importantes en las que has participado?

CB: Tuve la oportunidad de bailar Scheherezada de Mark Godden, un coreógrafo canadiense. Él llegó sin la idea de saber quién era cada quien, no conocía a nadie y me tomó como principal, es lo que más me ha gustado porque demuestra que de alguna manera, no es necesario que los coreógrafos me conozcan para saber qué es lo que voy a poder hacer. Ya cuando llevas cierto tiempo en un trabajo, tienen cierto favoritismo por algún bailarín, entonces, si ven a alguien nuevo no le dan la oportunidad de demostrar lo que es capaz de logar.

También bailé como el Caballero de Azúcar en el Cascanueces, Cuasimodo en el Jorobado de Notre Dame, Espada de Don Quijote, en Bella Durmiente hice Pájaro Azul, a pesar de lo bien que me fue, no es un repertorio que me guste realizar, me gustaría bailar más neoclásico porque es un baile que deja que el bailarín transmita más sus sentimientos, los movimientos son más complicados que los del ballet clásico.

En Europa montan más temporadas neoclásicas, aquí en México, no están muy acostumbrados a ver neoclásico porque no son obras con tramas conocidas como el clásico que trabaja con historias del conocimiento popular como Bella Durmiente que la mayoría vieron en Disney y saben que hay una bruja, un hada, una princesa y al final todo termina de color rosa.

De alguna manera, me gustaría terminar con el estereotipo de que la vida es feliz o sea, la vida es difícil, es cruel, por ejemplo, en Jorobado, nadie lo sabía, pero justamente unos días  antes de salir a escena, cambiamos el final del ballet, al final, Cuasimodo, como lo cuenta la historia en el libro, muere, el mismo Frollo lo mata y aquí pues querían que los niños tuvieran un final feliz y que como que de alguna manera, enseñáramos que hay que perdonar  entonces al final, Cuasimodo perdona a Frollo y todo termina en un final feliz.

Carlo Bravo
Carlo Bravo en la puesta «El Jorobado de Notre Dame». Foto: Facebook Ballet de Jalisco.

El papel me encantó, fue una actuación real, es eso lo que me gustaría seguir bailando porque esta presentación me dejó sacar todo lo que yo quería transmitir, exprimí el personaje, Dariusz me dio el papel porque sabe que antes de ser bailarín, soy  actor y es algo de lo que muchos se olvidan, no es la cuestión técnica sino la cuestión artística la que tienes que dar.

El ballet no sólo es gimnasia, no es como si vieras a alguien perfecto haciendo muchos giros, saltos o una mujer perfecta pero no te dice nada en escena. El personaje de Jorobado me dejó sacar sufrimiento, felicidad, porque se trataba de una persona que tenía el mundo en contra por su apariencia, el miedo a  que lo vieran lo orilló a vivir en soledad, era una persona pura de corazón. Eso, entender al personaje me ayudó a encarnarlo de tal forma que muchos de mis compañeros después de las funciones me dijeron que se sorprendieron porque hacia ruidos, jadeaba, incluso se me llegó a salir la baba por gesticular como si de verdad yo fuera el real jorobado.

El maquillaje no fue necesario, en las películas el látex es mágico, aquí no, el director me dijo que lo tenía que hacer yo, la posición del cuerpo fue difícil por la joroba, la postura era muy complicada y yo bailaba todas las semanas, pero eso no me detuvo, creo que ese, fue el mejor papel y hasta ahora, mi mejor presentación, de esas que me gustaría repetir durante el resto de mi vida profesional.

Texto: Cristina Lupercio.

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