Después de una Copa del Mundo en la que México sorprendió al mundo pero sobretodo a su golpeada afición por la penosa eliminatoria rumbo a Brasil 2014, cayendo agónicamente ante Holanda, por sexta ocasión al hilo en los octavos de final de un Mundial, y con la ilusión de jugar un amistoso en Holanda a finales del año pasado, el seleccionado mexicano arrancó el 2015, el año de las copas veraniegas de Oro y América, con su «mole tour», o partidos amistosos clásicos en los Estados Unidos, ante Ecuador, equipo que decepcionó a muchos expertos en el Mundial y Paraguay, un combinado que arrastra el prestigio ganado en años anteriores en duelos en los que más que la observación de jugadores, parece se retomó el exitoso modelo económico de jugar en suelo estadounidense para ir por dólares más que por juegos de calidad.
No podemos analizar a México sin dejar de ver lo que hacen sus rivales del área y en concreto Estados Unidos, quienes además de tener la costumbre de salir a jugar a territorios complicados, ante rivales de mediano nivel en Europa por encima de amistosos en casa y en los que pocos combinados se atreverían a viajar y desaprovechar un duelo de preparación por el nivel del rival en turno y por cruzar el charco. Así pues Estados Unidos fue a perder 3-2 en Dinamarca, que días más tarde perdió 2-0 ante Francia, para luego más tarde con el arquero del León; William Yarbrough empatar a un tanto en Suiza, en una nueva costumbre ganarle futbolistas con doble nacionalidad a México; mientras los verdes buscaban en suelo del equipo de barras y estrellas, el cobijo de los paisanos y el confort financiero en sus amistosos.
En abril México jugará su amistoso de rigor ante Estados Unidos, un partido que se ha convertido en un obligado del calendario en el que los dirigidos por Jürgen Klinsmann un cuadro en el que la selección de EE.UU. tiene siete victorias o empates en 12 partidos en Europa bajo el mando del director técnico de EE.UU. Jurgen Klinsmann. Anteriormente había recopilado siete victorias o empates en 26 partidos en Europa de 1992-2010.
Es complejo pensar que mientras, «el discurso de los entrenadores y directivos apunta que las distancias en el futbol se acortan y que ya no hay equipos pequeños» México sufre cada vez más para vencer a sus rivales de la Concacaf y deberá recurrir a sus futbolistas estelares pese a no ser titulares en el futbol europeo, para intentar ganar la Copa Oro, y menospreciar la Copa América torneo en el que el equipo mexicano precisamente comenzó a mostrar señas de crecimiento futbolístico a nivel internacional.
Tras un Mundial en el que México y Herrera jugaron sin presión y dieron gratas exhibiciones, comienza el ciclo rumbo a Rusia 2018, con los tortuosos amistosos de bajo nivel, los compromisos ante los equipos de Concacaf, y el camino a la eliminatoria mundialista, en ese tramo se asoman los Juegos Panamericanos y los juegos Olímpicos de Río 2016, donde la medalla de oro, parece ser una osadía, es complicado ver que pasan los años, los Mundiales, y México camina en el inicio por sus mismas sendas, aquellas que en la búsqueda del quinto partido (cuartos de final) limitan a México a la amargura del jugamos como nunca y perdimos como siempre.
Y justo como en otros procesos, recordando el de Javier Aguirre en 2009, jugadores que ni siquiera juegan en sus clubes, encuentran en la selección ese sitio que parece centro de rehabilitación, en 2009 recuerdo los casos de Giovani Dos Santos y Carlos Vela, seis años después los casos de Javier Hernández, Raúl Jiménez, y Diego Reyes, jugadores borrados de sus clubes (Real Madrid, Atlético de Madrid y Porto), que demuestran que el jugador mexicano sigue siendo considerado un activo en aprendizaje para los equipos del Viejo Continente, y referentes en la selección, síntomas que no auguran buenos momentos tricolores ni un futuro prometedor en las pruebas de alta competencia para el Tricolor.
@pablovazquezr1.