«50 años no sólo no es nada, je, es un chingo»
Se trató de una velada musical otoñal, desde el personaje principal en cuestión, pasando por los actores secundarios y con la actuación e influencia de quienes se encargaron de ser el reparto perfecto para una noche de Antología Desordenada; y es que siendo honestos, quien después de 50 años de trayectoria se atreve siquiera a pensar que las canciones, que un playlist debía de llevar un orden por la fecha en la que se dio a conocer tal o cual éxito; supongo que muy pocos, y menos para un longevo mas no carente de talento cantautor como Joan Manuel Serrat.
Debo confesarles que lejos de una labor periodística, sin mucha cercanía a la emoción de uno de sus fans, quienes en su mayoría ya podían presumir de estar cercanos en acta de nacimiento, en compartimento y en el camino musical trazado, a su ídolo, a ese chico catalán que ofrece de acuerdo a la expectativa de tren de vida, de sus últimas actuaciones, pues tal y como él mismo lo dijo durante su presentación, «50 años no sólo no es nada, je, es un chingo».
Sin empacho y como pocas ocasiones apelé al más puro espíritu de un espectador, que únicamente disfruta la piezas musicales, y con todo el respeto que se me ocurre tenerle a un adulto mayor que pese a su cabello teñido de blanco y limitadas piernas, demostró tener un corazón jovial, pero con un agradecimiento infinito hacia su público y su profesión.
De a poco comenzó Serrat con su presentación, y una a una en sus intervenciones, las carretadas de aplausos le parecían cargar más energía de la necesaria; uno a uno sus temas fueron envolviendo a los asistentes, arrebatando suspiros y caricias otoñales entre las parejas presentes, miradas entre sí que recordaban aquellos inicios de las historias de juventudes pasadas y de amores de larga duración.
Sin obedecer a peticiones Joan Manuel recibió el cariño de su gente, y como buen catalán no cedió a las presiones «¡Penélope, Penélope!» clamaban las asistentes, sin embargo este tema no llegó a lo largo de la velada.
Entre los momentos más emotivos y chuscos de la noche fue aquel en el que el protagonista recordó uno de sus temas más famosos y coreados, ‘Ara que tinc vint anys’ (Ahora que tengo veinte años) y los aniversarios de esa canción, justo cuando cumplió 40 años, y el juego de palabras que decía: «ahora que tengo 20 años más de cuando tuve 20 años». Y la reflexión: «Qué será cuando tenga 80 años, pero si ya compraron que dije que hace 20 años que tuve 20 años, pues podré decir hacer 20 años que recuerdo, que me acuerdo que tuve 20 años».
La presentación llegó al clímax cuando Serrat nos hizo pensar en aquellas pequeñas cosas; una de ellas hablar del pueblo blanco del cual es originario, de cuando uno sale a la calle convencido de que hoy puede ser un gran día, de si quizá habrá más adelante días en los que se siga disfrutando de los cantares, y de que esta existencia por más allá de lo que haga o viva cada quien y su cada cual, esta vida debe ser lo más cercano a una fiesta.
Transcurrieron cerca de 120 minutos desde que la primera luz tocó sus cabellos e iluminó su silueta, en la que su figura encorvada, frágil y tierna, para salir del recinto con una sonrisa, sí, el chico del Pueblo Seco se despidió de su público, a lo lejos me dijo adiós y me dejó además de una grata velada, la reflexión de escuchar de sus labios el mensaje de lo afortunado que puede ser una persona que se gana la vida durante 50 años, realizando lo que más le gusta y regalando en millones alegría, robando sonrisas y ayudándoles en su cotidiano andar.
No sé si nos volvamos a encontrar, lo más seguro es que no; sin embargo agradezco al chico del Pueblo Seco por su mensaje y su entrega.
Quién diría que en casi dos horas vería como un niño se convirtió en un adulto mayor, y a su partida ver como un hombre puede erigirse en una leyenda, que por encima de su adiós terrenal deja un legado con sus canciones de amor y su sabor mediterráneo.
Texto Pablo Vázquez