Paco Contreras, El Niño de Elche, presenta en directo su trabajo Colombiana atrayendo a un público que no tiene «ni **** idea de flamenco».
Hacen falta por lo menos quince minutos para darse cuenta de que hay alguien tocando detrás de ese individuo que hace llamarse El Niño de Elche. Individuo por individual y por único. Por poeta y por provocador. Por buscar el límite del poema. Por no saber si está hablando en serio o muy en serio. Por subir los santos a altares tan altos que se les ven las miseria bajo los hábitos.
Este viernes participó en La Mar de Músicas de Cartagena actuando en el Patio de la Facultad de Ciencias de la Empresa, un lugar que fue antes el patio del Cuartel de Instrucción de Marinería (CIM) y que nació como Cuartel de Presidiarios y Esclavos. Un sitio al gusto del cantante, porque eso debe quedarse ahí, pegado a las paredes, vibrando y transmitiendo fiereza y verdad en cada pieza. Tanto sufrimiento, tanta sangre y tanta muerte, que es mejor hacer burla cruel que sentarse a llorar. En lugar de actuar, El Niño de Elche propuso como alternativa hacer una rave, pero tampoco era cuestión de tentar a la suerte. Los que allí estábamos no éramos «ni chicha ni limoná», formábamos un público de esos que dicen los puristas que acudimos a estos «conciertos engendros a los que va un público que no es flamenco y no tiene ni puta idea de flamenco», vamos «un público de esos sin identidad». Las comillas son comillas por algo.
Presentó Colombiana, un trabajo creado junto con el bogotano Eblis Álvarez, y para el que ayer le acompañaron en el escenario a sus extremas izquierdas Susana Ylia en los teclados y electrónica, Raúl Cantizano a la guitarras y Víctor Martínez en las percusiones. Una propuesta que siempre gana en directo, como el verso vivo y latente, y al que ayer le pusieron letra, entre otros, Ernesto Cardenal, Antonio Escohotado y ese tal Anónimo que tanto escribió y al que tan poco se le reconoce.
En este espacio y con los agradecimientos al Sursum corda por delante, el Niño de Elche se puso a desfilar y rendir honores a la guerra y al cacao amarillo. Al miedo y al deseo. Los dos vientos marinos más poderosos. No hay espacio para nostalgias ni para recordar viejos éxitos o fracasos. Paco Contreras no suele hacer concesiones a lo fácil, ni transita por piezas conocidas ni bises. No tendrían sentido en un concierto que es concierto, pero también manifiesto poético y recital poético, o viceversa.
Cantes de ida y vuelta, dicen. Flamenco del futuro, dicen. Estos asuntos no parecen entrar entre las preocupaciones de Paco Contreras, ni parece tener ganas de ponerse a defender el castillo flamenco. Más parece transitar por formas expresivas multidisciplinares sobre las que apoyar su deseo de transmitir, de contar, de poner voz y de encontrar lxs compañerxs de viaje que cada momento creativo requiere. A la manera de oración profana a Antonio Chacón repartió caramelos entre el público y jugó al «Cante y cocaína de ida y vuelta», como tan bellamente tituló Ulises Fuente en La Razón la crítica de este trabajo, que incluía la frase «tejiendo una densa red de significados que electrocutan y envenenan a quien los sabe escuchar». Pues amén.
Tan impactante como siempre, no hizo bis, porque antes de marcharse del escenario se tragó el micro y lo vomitó sobre el escenario al terminar la canción. Literal. Ahora que cada cual se haga su composición de lugar.
El Niño de Elche actuó en el Patio del Antiguo Cuartel de Marinería (CIM) el viernes 26 de julio de 2019 dentro del Festival La Mar de Músicas de Cartagena .
Texto: José An. Montero.
Fotos: María Ramos.