Por: Jimena Romo
Israel Martínez artista sonoro y autor de la obra, menciona que sus primeros acercamientos con el arte sonoro fueron las noticias de la nota roja en la radio de su abuela y los boleros de su abuelo. Bodas Negras intenta hacer una mezcla de estos dos sonidos en un ambiente “macabro” que en lo personal, me pareció más “espiritual”. Justamente el título Bodas Negras es un tributo al homónimo y dramático bolero de Julio Jaramillo.
Con pocos asistentes ya que se requería reservación para ambas sesiones, fue una exposición muy íntima, sentados en uno de los corredores principales del hermoso Panteón de Belén, mientras aguardábamos el comienzo de la tan mencionada obra. En el corredor, estaban colocadas las sillas, divididas en dos partes, un aproximado de 30 personas adelante y 30 personas atrás, dirigidos hacia el mausoleo central. En el centro, entre el público se encontraba la mesa, misma de donde Israel haría su magia. Al ser una obra exclusivamente sonora, los recursos visuales no se presentaron. Todo en tinieblas, daba la sensación de que algo macabro iba a suceder, sin embargo, ocurrió todo lo contrario.
Una mezcla de sonidos apareció en los parlantes, y el ruido del viento sobre los árboles acompañaba a la música invitándonos a una experiencia casi espiritual y cósmica, este era solo el comienzo y los sonidos eran una reproducción relajante. Pronto cantos guturales de monjes tibetanos comenzaron a sonar y fue el único momento en el que la sensación de escalofrío nos recorrió el cuerpo. Israel se notaba realmente emocionado mezclando cada uno de los sonidos. Medía hora había ya pasado y hasta parecía que el sonido empujaba a las nubes. La experiencia hasta ese punto fue toda digital, más un Trío aparece de atrás del mausoleo central y se coloca junto a Israel, tocando la hermosa canción de Jaramilllo Bodas Negras mismo momento que se toma como final de la explosión y cierre el de ciclo Sonidos Itinerantes.
