Por Daniel Ramírez.
Ernesto Loza, artista plástico nacido en la ciudad de Guadalajara, Jalisco; inmerso en una realidad urbana donde la carrera de la cotidianidad por éxito “material” y económico cada vez se corre más y más rápido y nos tiene como caballos de calandrias, olvidando lo más esencial de nuestra existencia, de lo que no podemos ver salvo en destellos de gran sensibilidad que sí, el ser humano sólo posee y que nos hace distinguirnos de otros seres vivientes, es ese componente que nos eleva, hablo de la espiritualidad.
Loza se considera artista plástico desde que era niño. Dibujaba y pintaba lo que él consideraba lo correcto a pesar de lo que había a su alrededor y precisamente eso lo hacía sentir bien, libre, bien libre.
En su proceso de maduración se dio cuenta de que él ha venido al mundo para romper los paradigmas sociales, de estilos de vida; ha formulado el éxito y la trascendencia de otra manera, una vida distinta donde la reina es la paz. Además de su propia percepción de la realidad, se ha visto envuelto en diversas corrientes que han sido grandes influencias, por ejemplo el surrealismo, el cubismo, el neofigurativo, el expresionismo, entre otros; estas corrientes y disciplinas han marcado su trabajo. Por otro lado, hay personajes que han dejado huella en la forma de ser nuestro artista, grandes actores del ámbito como Salvador Dalí, Pablo Picasso, Tamayo y una gran lista de enormes nombres que no cabrían en esta paginita. Y así, como lo leyó en las biografías de sus ídolos, se dio cuenta de que ellos tenían eso que él añora, padecían del mismo mal, la sed de trascender, en esa sed encuentra su motivación, pero -¿por qué trascender?-; en su obra pictórica deja lo más puro, su espíritu, su patrimonio, su filosofía de vida, esa que explica que la vida siempre está en equilibrio y lo más relevante es que haya balance en la existencia, así nos marca, así trasciende, se hace inmortal.
La inspiración que lo abraza viene de afuera, lo interioriza y lo resignifica. Es un firme creyente del Ying y el Yang (vea la obra que engalana la portada de este texto), aunque él dice que su lugar para dar equilibrio está en el Yin (la oscuridad). Su obra nos da muestras de folclor, de la cotidianidad, de seres místicos y autóctonos, aunque siempre acompaña a estas figuras el ingrediente que los retuerce, por eso los cuatros ojos en sus humanoides, por eso los movimientos seductores que nos conducen a la picardía, ritmos adictivos y meticulosos, golpes visuales que van del simple blanco y negro a colores demasiado vivos.
Loza declara que todo ser nace con un talento especial, pero eso no es suficiente para la trascendencia que tanto busca. Estudió la licenciatura en artes visuales con orientación en pintura en la Universidad de Guadalajara para explorar sus alcances técnicos y creativos, para generar un sin fin de mecanismos, procesos distintos a veces con resultados inesperados, pero buscando siempre la comunicación de su mensaje fundamentado en investigaciones y experimentaciones.
Su objetivo es potencializar al máximo su elemento humanístico y transmitir eso a la sociedad para causar lo mismo en ésta, logrando de esa forma la tan mencionada y añorada trascendencia.