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Killer Be Killed, sin pena ni gloria

Por: Javier Carrillo (@GoofyPinche).

Siempre me han parecido de sospechosos a desechables los llamados “supergrupos”. Sea por el motivo que sea que varios músicos de renombre decidan reunirse, aparte de alguna que otra honrosa excepción ―inserte el nombre Down aquí―, regularmente no cumplen con la expectative, básicamente porque hacen casi lo mismo pero con otra alineación. No se trata de que todos sean Cream, pero la mayoría queda en estrepitosas caídas como Damnocracy o mediocridades como Hellyeah.

Tampoco se trata de que incursionen al bolero ranchero o la polca sólo para darme gusto o callarme la bocota, pero en todo caso, creo merecen más respeto los proyectos en donde los músicos se desmarcan de su reflector, como Brent Hinds y su Fiend Without a Face, Maynard y el Puscifer, por no mencionar el pirado catálogo de Mike Patton y su almanaque de locuras sonoras. No me emocionan particularmente esas estrategias, pero cuando me enteré de Killer Be Killed (KBK) y su alineación, con dos miembros de bandas que me encantan, tampoco iba a dejarlo ir.

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Pero pasemos al motivo por el que prendí la computadora. Aunque en general el sonido de este epónimo debut es duro y firme como estropajo sin estrenar, lo más destacable es su comienzo, pero esto es un arma de dos filos. “Wings of feather and wax”, ligada con “Face down” abre las hostilidades en gran forma, es un demoledor puñetazo en el rostro, pero ya después no recuperan ese punch en todo el disco. “Es un poco de doom a la Sabbath, una pizca de thrash, y de hardcore y punk”, dice en su biografía oficial, citando a Greg Puciato, y agrega la compañía discográfica que lo dijo “buscando las palabras correctas para describir algo desafiantemente único”. Al escuchar los once tracks, se nota que no era para tanto ese colofón.

Dado el tamaño de sus perpetradores, los guitarristas Max Cavalera (Soulfly, Cavalera Conspiracy, Sepultura), y el mencionado Puciato (The Dillinger Escape Plan), el bajista Troy Sanders (Mastodon) y el baterista David Elitch (ex The Mars Volta), claramente el álbum dista de tener baja calidad, pero tampoco es algo que no se haya escuchado. Tiene todos los elementos para ser un discazo: una metralla de riffs, coros pegajosos, sólida base rítmica, y en general carga con una energía brutal. En sonoridades y pesadez alcanza las dimensiones de las talegas de King Kong, pero no hay mucho fuera de la común más allá de ver juntos los nombres que dan vida a KBK.

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Producido por Josh Wilbur (Gojira, Lamb of God), el sonido es impecable y el disco se enraiza más con cada escuchada. Aun así, el problema básico es no dejar de remitir a las bandas de las que provienen (aunque esto no es algo tan malo si se es fan de Sepultura/Soulfly y Mastodon). En sus labores van desde el thrash de la vieja escuela mezclado con punk, hasta rozar el metal core y coquetear con el progresivo, pero a la vez hay espacios, canciones con cambios de velocidad que lo atoran. Es un tanto irregular en su viaje entero, uno de altibajos, que comienza a emocionar pero después hace fruncir el ceño, y aunque al final es menor el resultado que la suma de sus partes, es al menos un trabajo digno de formar parte en las colecciones de los amantes de la música dura bien hecha.

Diego Koprivitza

Periodista y comunicador. Edito eldescafeinado.com y dirijo la agencia de comunicación Cafeína Digital.

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