Por: Bárbara Gama / Foto: Rodolfo Ibáñez.
Se abren las cortinas y el público puede apreciar entre el montaje instrumental, otro tipo de montaje, uno que quiere evocar los días de la Chanson Française, vago género que remite al jazz y la música de cabaret en un período temporal muy específico, la Francia de los años 40 y 50, a la que el cuarteto anfitrión, Les Femmes de Serge, hacen los honores. De tal manera se entrevén pilas de libros entre los banquillos, un perchero por acá al lado de tripies con partituras, y allá al fondo el fragmento de una escultura que recuerda el estilo renacentista. Todo ello, junto con el atuendo de los músicos, acorde a la época, brinda la atmósfera propicia para dar inicio al programa.
Les Femmes de Serge, que en español será algo así como “Las mujeres de Serge” –feministas, sosiéguense–, llevan en su nombre un guiño que hace homenaje a uno de los exponentes característicos de la chanson française, Serge Gainsbourg, villano-rebelde-seductor y encima de todo, feo. Y es que en sus inicios, hace ya un par de años, el cuarteto contaba con tres damas: Maricarmen Camarena, conocida soprano, anterior voz de la agrupación tapatía Radaid; Florence Vermue, el elemento francés en la voz y portadora del bagaje musical; Janet Camargo en el bajo y guitarra –cuyo lugar ocupa hoy Gilberto Ríos–, y un caballero, Jorge Verdín, en el piano y arreglos.
La velada tiene por objeto la presentación del álbum debut C’est la vie, con dos temas originales muy a tono con el resto del material que contiene piezas como «La vie en rose», internacionalmente conocida por la interpretación que hiciera Edith Piaf; la melancólica «No me quitte pas» de Jacques Brel; «La foule», de la que nos puede resultar bastante familiar su versión en castellano «Que nadie sepa mi sufrir», y otras tantas apropiaciones que hacen de autores como Boris Vian y George Brasfens.
La presentación se vuelve tertulia. Las voces de Florence y Maricarmen tienen deliciosos encuentros y desencuentros, en tanto cada una aporta con peculiar tesitura vocal –Maricarmen con su lirismo de músico de cámara y Florence con una sensualidad fonética e histriónica, que le son propias– las notas altas de la noche.
Músicos invitados –trompeta, violín y guitarra– entran y salen del escenario, a veces con pequeñas alusiones al vodevil como la del acordeonista, quien hace una entrada dramática cuando surge presuroso entre las filas del público, disculpándose por su retraso, y recibiendo a cambio un afectuoso aplauso de bienvenida. La tertulia se vuelve espectáculo. Apreciamos no sólo las voces, sino el sutil baile de las dos féminas. Incluso con un toque de sonidistas, Florence matiza el ritmo de uno de los temas con una máquina de escribir y Maricarmen en otra pieza con una perforadora de papel.
Y el espectáculo llega a su fin al compás de las dos piezas de su autoría, con los arreglos de Jorge Verdín quien, a decir de Florence, es el culpable de que su música suene a jazz. El telón se cierra una primera vez, y el público clama por más. El cuarteto nos complace, además de anunciar una firma de autógrafos que darán al finalizar la puesta en escena. Los medianocheros de Paris han quedado satisfechos.
Ve la galería de fotos completa en nuestro Flickr.