Desde siempre, el ruido y la música han sido parte fundamental de los más primitivos instintos del hombre, al igual que la necesidad de escribir, hablar y gritar con el fin de encontrar un mínimo sentido a lo que sucede en este mundo en el que vivimos.
En este texto haremos memoria de uno de los sucesos más tristes y vergonzosos que han ocurrido en la historia de México. Los eventos sucedidos en 1968 que dejaron marcado para siempre a un pueblo reprimido, al igual que a una generación de jóvenes estudiantes que comenzaron uno de los movimientos sociales y culturales más importantes del país. La matanza de 1968 da para abordar muchas de las problemáticas que aún sufre México, tanto en términos sociales como de educación, derechos humanos y libertad de prensa, problemas que responden a una sola palabra: represión.
La música siempre ha servido como fuente de partida de las más fuertes expresiones del ser humano, muchas canciones de protesta mantienen los recuerdos vivos y han dado paso para que no queden en el olvido las voces de los hombres y mujeres que han muerto luchando por ideales e injusticias. Antes de llegar al México del 68, retrocederemos algunos años para comprender cómo la música de protesta y otros círculos artísticos, como poetas de todo el mundo, el rock and roll de los sesenta y otros movimientos políticos e ideas nuevas, contribuyeron al nacimiento de una escena contracultural que México adoptó y adaptó a los tiempos en los que vivía.
Con la llegada del músico norteamericano Woody Guthrie y su guitarra que “mataba fascistas”, la música de Estados Unidos tuvo un gran cambio en los años cuarenta; Guthrie cantaba sobre los derechos de los mineros y ferrocarrileros y de la depresión en la que se encontraba su país, de los estragos de la guerra, el miedo y paranoia de Estados Unidos con países como Rusia, China y Japón. A pesar de esto, Woody logró convocar y ganarse a una gran parte de la clase baja y trabajadora de su país, esto con música y sus mensajes de unión, de prosperidad y victoria sobre las corporaciones y un gobierno al que le interesaba más la guerra que su pueblo. Si a alguien podrían nombrar como un “héroe americano” debería ser a Woddy Guthrie. Siempre tachado de comunista y forajido, sus letras tuvieron efecto en personajes como Pete Seeger, Bob Dylan, Joe Strummer, entre muchos otros más.
Cuando en 1960 el nuevo rock and roll golpeó las mentes de los jóvenes norteamericanos, asustando a padres de familia, religiones y al mismo gobierno, se convirtió en un fenómeno imposible de parar. En lugares como San Francisco nacían los hippies, en Europa las letras salían a las calles y rayaban paredes en lugar de libros, en Latinoamérica los movimientos revolucionarios fueron esenciales para comprender lo que sucedería en México en el fatídico año 68.
La música de protesta latinoamericana es probablemente uno de los mejores ejemplos de la lucha de los pueblos, de las voces y sonidos como armas políticas y de cambio social. Definitivamente, también es prueba de la belleza del lenguaje que hablamos. A México no tardó en llegar la música de protesta, los antecedentes e influencia de artistas como Violeta Parra, Mercedes Sosa y Víctor Jara ya habían surtido efecto en algunos jóvenes que trataban de descubrir un camino entre la poesía y la música folclórica, buscando una identidad propia, pues problemáticas como la guerra de Vietnam y la cultura de las drogas alucinógenas no eran totalmente comprendidas en nuestro país. Aún así, todas esas ideas fueron absorbidas y e incluidas en determinados sectores sociales e intelectuales, donde estudiantes, maestros y trabajadores se encontraban cuestionando a un sistema represivo, viejo e injusto.
Es bien conocido por todos aquel concierto prohibido de los Beatles en la Ciudad de México en 1965, un evento que pintaba para ser histórico debido al gran fanatismo que la banda de Liverpool había generado entre los mexicanos, un concierto que estaba programado y que nunca se llevó a cabo debido a “problemas logísticos”, pero sobre todo porque el grupo fue llamado “una mala influencia” para los jóvenes, debido a la “música alocada y rebeldía que provocaban”. Si el fin del gobierno mexicano era evitar que el pueblo se revelara con el hecho de ver a John Lennon en vivo, no lo hicieron tan bien, pues aún con el concierto cancelado, México ya estaba despertando ¿Se imaginan que habría pasado si ese concierto se hubiera llevado a cabo? ¿si el pueblo mexicano es capaz de detener una ciudad por un partido de futbol, lo habría hecho por los Beatles? No solo fue el grupo británico quienes sufrieron de la doble moral del gobierno mexicano, muchos eventos culturales y de entretenimiento fueron vetados por el regente de la ciudad, en ese entonces el militar Alfonso Corona del Rosal; teatros, exhibiciones, películas y hasta cantinas y pulquerías fueron prohibidas y clausuradas.
«Mamá, nos vemos en la procu»
Uno de los mayores aspectos del movimiento cultural de 1968, fue la adaptación del humor y las parodias en contra de líderes, patrones, funcionarios corruptos y medios vendidos, por ejemplo esos carteles y mantas que se veían en las manifestaciones con lemas como “Prohíbo Prohibir” o “Mamá, nos vemos en la procu”. Canciones y poemas servían para llevar la información sobre las asambleas a las calles, a los camiones y facultades. Ese año una multitud de jóvenes le abrieron los ojos a un país aplacado. Valerosamente sólo utilizaron las armas del pensamiento y la palabra, aunque trágicamente fueron engañados y asesinados. Pero han quedado canciones, que son más que el vago testimonio de lo que sufrió México.
La canción de protesta y el consecuente movimiento rupestre es probablemente el único “rock hecho en México”, debido a la manera en que las letras cuestionaban y se mezclaban con el folclor que viven las ciudades. Grupos como Los Tepetatles que parodiaban a los Beatles y estaban formados por Alfonso Arau, Alfredo Padilla y Carlos Monsiváis quien escribía las letras -también colaboraban Vicente Rojo y José Luis Cuevas en el apartado visual-, reflejaron algunas de las ideas revolucionarias que ya se estaban gestando en el país. También fue música como la de Los Nakos, Oscar Chávez, Margarita Bauche, Amparo Ochoa y Judith Reyes, que entre parodias políticas, corridos y los sonidos del folclor mexicano llevaron a la gente una nueva visión cultural y musical.
Radio Universidad ya transmitía rock de The Animals y The Rolling Stones con temas que daban color y ánimo a las manifestaciones, pero las voces inconformes y las primeras mentadas de madre en forma de canciones surgieron con las brigadas estudiantiles, en una de ellas se encontraban Los Nakos, grupo que desde 1968, y que hasta la fecha, no ha parado de cantar los testimonios de los asesinados y desaparecidos del 2 de octubre. La parodia política, improvisaciones y los chistes reflexivos han sido parte de las canciones de protesta de Los Nakos, con temas como “La Balada del granadero”, “Las hermanas granaditas” y por supuesto, “2 de octubre”.
Los Nakos -llamados así por el término que algunas personas utilizan para referirse en contra de gente que viene de fuera de la ciudad o que “no se viste o habla bien”-, desafiaron a la censura en los medios, pues ningún tema de protesta o estudiantil sonaba en las radios. Presentándose en huelgas y marchas, la banda logró capturar la simpatía de la gente de los camiones donde se subían a cantar, de esta forma, más personas se empezaron a informar e involucrarse en las nuevas ideologías y cambios que comenzaron a mover al país. Surgieron muchos grupos de protesta, algunos más serios, pero ninguno más original y desmadrosos como Los Nakos.
Desde una visión cultural y musical, el 68 abrió las puertas para una nueva canción mexicana, una música del pueblo que no se escuchaba en radio ni se veía en televisión. Comenzó una nueva generación de poetas, artistas y compositores que dejaban ver su inconformidad con situaciones cotidianas de la sociedad en la que vivían. Los jóvenes comenzaron a poner más interés en asuntos políticos del país, fue un movimiento genuino donde no hubo egoísmo, donde se luchaba por libertad, un ideal que no ha muerto, aunque algunos que lo iniciaron jamás volverán.
Mientras grupos como Los Nakos experimentaban con nueva música y letras, personajes como Oscar Chávez comenzaba a rescatar algunos antiguos corridos y huapangos que plasmó en un disco publicado bajo el sello Polydor, “Tenemos la obligación de desintoxicarnos un poco o mucho de tanto beatlismo”, son algunas palabras que el poeta mexicano Efraín Huerta escribió como introducción del disco Herencia Lirica Mexicana, una serie de maravillosas canciones de nuestro auténtico folclor. Tal vez no había conciertos masivos como hoy, pero el papel de Radio Universidad, de las brigadas culturales y de las presentaciones de Oscar Chávez en plazas y teatros universitarios convocaron a una multitud que, tiempo después, abriría a una nueva puerta musical: el festival de Rock y Ruedas de Avándaro.
1968, el movimiento social
Existieron muchas huelgas y manifestaciones en las universidades desde 1965, pero el movimiento estudiantil era muy pequeño en comparación a las marchas hippies de California; tan sólo tres años después, para 1968, ese minúsculo movimiento se convirtió por primera vez en una de las más grandes preocupaciones del gobierno mexicano, pues todo el mundo tenía puesto los ojos en México debido a la inminente celebración de los XIX Juegos Olímpicos.
A la vista del sistema mexicano todos los antecedentes de la matanza de Tlatelolco surgieron de la paranoia y del miedo de que los sucesos, como el de Mayo de París, llegaran a México interviniendo los eventos deportivos. El escritor José Revueltas también fue parte fundamental de los actos revolucionarios de 1968. La pesadilla del presidente Díaz Ordaz se hizo realidad, el movimiento estudiantil salió a las calles de manera pacífica y unida, a diferencia de los estudiantes en Francia.
El país comenzaba a despertar, pero el gobierno mexicano y el Partido Revolucionario Institucional en su misión de no extinguirse, reaccionaron de la manera más vil y sangrienta, cuando francotiradores, helicópteros, tanques y militares vestidos de civiles, dispararon a cientos de personas desarmadas que se encontraban congregadas en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Los medios minimizaron lo sucedido, los reportes “oficiales” reportaban cuatro muertos y algunos heridos, cuando testigos describieron cómo estudiantes y familias eran asesinadas a sangre fría y cientos de cadáveres eran remolcados de la plaza. Muchos estudiantes y gente que ni siquiera formaba parte del contingente que se encontraba ese día en Tlatelolco, fueron encarcelados o desaparecidos.
El eco amargo de ese día sigue sonando en la generación que valientemente comenzó la canción rebelde. Aún quedan historias por contarse y cantarse de las almas desaparecidas del 2 de octubre, canciones de poesía y caos, porque eso es nuestro país. Quien diga que el arte y música jamás cambiaran el mundo, México es testigo. La importancia del movimiento de 1968 es algo que se debe tener en mente todos los días, marcó la historia de un país que comenzó a gritar por libertad y una vida mejor. Que no se diga en vano que “el 2 de octubre no se olvida”. En 1968 John Lennon se desgarraba la garganta cantando “Revolution” tratando de hacer un mundo mejor; en México se escuchó más fuerte que nunca en voz de estudiantes y un pueblo juntos contra un gobierno corrupto, se cantó con una identidad propia, con música y poesía mexicana, que hasta la fecha sigue sin sonar en los medios de comunicación comerciales, pero que está presente en la memoria de aquellos que lo vivieron y en las generaciones que aún escuchan esas voces revolucionarias.
Texto: Rubén Martínez.
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