Por: Diana Legorreta (@dianislego).
Todos contamos con una historia fiesta salvaje que nos llevaremos a la tumba o hasta que otro compañero de parranda suelte la sopa, un recuerdo de muchos litros de diversión, música y demás temas no aptos para menores, otras veces soñamos con la fiesta legendaria que enmarcará todas las demás de nuestra vida. Cuando vemos la televisión o leemos las revistas vemos a los famosos rodeados de chicas o chicos, bebidas exóticas y antros de super lujo soñamos despiertos pensando «si ese fuera yo», pero las leyendas siempre tienen un origen y el principio de este delirio comenzó hace 35 años en una ciudad llamada Nueva York.
La madre de todos los vicios, o más bien de todas las fiestas, el arquetipo de la noche antrera, de famosos y excesos tuvo su origen en el legendario Studio 54 , la discoteca por excelencia. La generación de nuestro padres es la culpable de nuestras noches de desenfreno. En la primavera del 77 se inauguró la disco que daría de que hablar por más de una década. Ubicado en la calle 54 Oeste de Manhattan el edifico que albergaría el antro de antros fue en un principio un teatro de variedades, luego restaurante con show, radio, estudio de televisión y finalmente discoteca.
Steve Rubell e Ian Schrager idearon y gestionaron una discoteca con un giro chic, el lugar donde se reuniría el jet set, donde artistas, famosos, músicos, empresario y gente bonita harían de cada noche una leyenda. En estas paredes convivieron personalidades tan diversas y bizarras como Andy Warhol, Clavin Klein, Mick Jagger, Salvador Dalí, Liza Minelli, Donald Trump,Woody Allen, Travolta, Al Pacino, Jack Nicholson, entre muchísimos otro más. Algunas estrellas dieron sus primeros conciertos en este escenario, Madonna se presentó en los principios de su carrera.
Si de fiesta hablamos Studio 54 fue el parteaguas, su existencia marco la cumbre de la fiebre de la música disco, de la continuación de la libertad sexual originada una década antes con la revolución sexual, de las drogas de moda, era el lugar donde se reunían todos los pecados y tabúes: sexo, drogas y alcohol. Al menos hasta que la epidemia del SIDA hizo temblar una generación, la libertad sexual había topado con pared.
Para la primavera del 86 después de un primer intento de clausura cerró sus puertas a lo que fue una vez. Cada vez que soñemos despiertos en una noche de fiesta siempre tendremos como referencia icónica a Studio 54 y una generación que parrandeo como los grandes.