Por Pablo Vázquez (@pablitovazquez1).
Como pocas veces la final del futbol mexicano la disputan equipos grandes de nuestro balompié, la última vez que dos de los llamados Grandes se enfrentaron fue en el Clausura 2004 cuando Pumas le ganó el título en Ciudad Universitaria a las Chivas, y desde entonces hace 9 años, el futbol nacional no vivía uno de esos capítulos en los que se miden dos conjuntos con gran historia, afición y sobre todo hambre de títulos, el Cruz Azul contra América que se jugará entre jueves y domingo, es una de esas fantasías cumplidas para los aficionados a ambos equipos y una proeza para la Liga MX.
Después de 24 años sin verse las caras en una final los cementeros y las águilas repiten en esta fase con el objetivo de coronarse campeones, para en el primer escenario detener el ayuno de títulos que data desde 1997 cuando Carlos Hermosillo, sí, ese mismo futbolista que años atrás en 1988-1989 clavó un gol a la Máquina para anotar el gol del título americanista en aquella ocasión, se levantara con la camisa ensangrentada tras una patada artera de Ángel David Comizzo y así levantar el último título celeste. Por su parte en el cielo azulcrema la última vez que los de Coapa ganaron un título fue en el Clausura 2005 cuando arrollaron a los Tecos, teniendo a Cuauhtémoc Blanco hoy exiliado americanista como principal artífice de aquél campeonato.
La final que se jugará en este fin de semana, es una mezcla de dos aficiones contrarias en su concepción del mundo futbolístico, dos contraposiciones distintas del juego y de la afición misma tanto por el juego y por sus colores, celestes y azulcremas, albergan sentimientos pasados de glorias legendarias como Miguel Marín, Fernando Bustos, Carlos Hermosillo o el mismo Juan Francisco Palencia por citar sólo algunos de los grandes ídolos de Cruz Azul, mientras del otro lado están Carlos Reinoso, Antonio Carlos Santos, Zague y el Cuau, personalmente tengo recuerdos capitalinos y jaliscienses muy arraigados de ambos equipos, grandes familiares y amigos que seguro se paralizarán en estos dos partidos por ver a su equipo campeón, hogares completos que se dividen por estos colores y que encuentran en el juego un momento de unión familiar y de herencias no correspondidas.
Sí, el padre celeste que esperaba ver en su hijo la tradición futbolera, que encontró la rebelde respuesta de un americanismo naciente por una época más ganadora que la que vivió su progenitor en años pasados. O bien del otro lado del campo la respuesta del hijo al papá americanista que no logró inyectar en su sangre esos colores, y encontró una respuesta azul como el color del cielo ante la pregunta, porqué no es águila mi vástago, la historia de dos equipos que como en una familia, habitaron por años la misma casa, el estadio Azteca, que vio a Cruz Azul llegar en un momento de su grandeza futbolera y años más tarde en la década de los 80 vio al América escribir su historia de éxito y triunfo, años más tarde Cruz Azul partió al estadio Azul, ex azulgrana (Atlante) para hacer de la colonia Nochebuena el recinto perfecto para albergar sus pasiones y sí, sus dos últimos títulos en la historia Invierno 1997 y Copa MX 2013.
Es una final entre grandes en una de las épocas directivas más turbias que yo recuerde en el futbol mexicano y al tratarse de una combinación tan especial por la grandeza de estos cuadros y sus millones de seguidores en el país, el América contra Cruz Azul, tiene el ojo del país entero en el par de duelos que definen el título del Clausura 2013, y desde luego divide al país en dos, quienes desean ver al América campeón y el resto quienes bajo el eslógan águila, «odíame más», se suman directa o indirectamente a la causa cementera.
Dedico esta columna a mi familia, a quienes no olvido y recuerdo con cariño, a los que están cerca y a los que me quedan algo lejos, a los que siguen y especialmente a los que ya no están, los quiero.