El gamer ha invertido cerca de 200 mil pesos en la compra de la consola, controles y juegos para el X-Box 360.
Moisés Solano, mejor conocido como ‘Tetas Man’, es un joven de estatura promedio, espalda ancha, ojos almendrados, barba prominente, pelo rizado y cejas pobladas. Originario de la Ciudad de México, Moisés se considera un gamer, al igual que cientos de jóvenes que asistieron a la séptima edición del Campus Party México.
“Desde chiquito mi papá fue el que me inculcó el gusto por los videojuegos. Recuerdo que la primera consola que me regalaron fue un Génesis de Sonic”. Así pues, Moisés se convirtió en un coleccionador de consolas y videojuegos: “Tengo el Nintendo, Super Nintendo, Nintendo 64, Game Cube, el Wii, el Wii u , todos los Gameboys, Play Station 1, 2, 3, X-Box 360, X-Box One, el Génesis, Sega Dreamcast, PSP… solo me falta el Atari y el Play Station 4”.
De tan solo 23 años y con un trabajo de ingeniero dentro de la industria Ford, ‘Tetas Man’ mencionó que ha invertido cerca de 200 mil pesos en la compra de la consola, controles y juegos para el X-Box 360.
‘Tetas Man’ relata que podría llegar a jugar hasta 14 horas diarias, pero “con el trabajo, la escuela y la novia, sólo puedo jugar unas seis horas al día”.
El jugador que nunca volvería a jugar Sonic del X-Box 360, nos habla acerca del vicio que puede representar jugar tantas horas frente a una consola: “Mi rutina alimenticia no la he movido, como tres veces al día. Le doy tiempo a bañarme, a descansar, a comer, porque sé que, al final, jugar se vuelve un vicio y, si no lo controlas, el vicio te destruye.»
Amante de la natación, el karate, el fútbol, el voleibol, el básquetbol y el tenis, Moisés explica como los juegos han estado presentes en su vida: “Siempre he jugado mucho; recuerdo que en mis regalos de cumpleaños nunca faltaban los videojuegos; cuando ahorraba, también me compraba juegos y cuando me portaba mal o me iba pésimo en la escuela, mis padres me castigaban sin poder jutar en la consola; además me controlaban el horario para jugar… sólo me dejaban de dos a tres horas diarias”.
Texto: Siboney Flores.