El director de Blade Runner 2049 ha sabido ser un buen artesano y entregar a la posteridad algo admirable y hermoso de disfrutar.
En el siglo XVII el científico Isaac Newton remitió una carta a Robert Hooke fechada el 15 de febrero de 1676 en la que se refiere a sus predecesores aludiendo a los hombros de los gigantes. Con esa misiva Newton daba muestras de humildad, al menos en apariencia, al confesar a su colega Hooke: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”.
Esta frase o su expresión derivada se han hecho conocidisimas para expresar que con estar subido a hombros de gigantes se quiere indicar que lo que una persona haya podido conseguir se debe a la aportación de sus compañeros y en el caso de la ciencia que la obra de un científico o un filósofo ha conseguido dar un salto, o alcanzar un nivel superior, gracias a las aportaciones de otros colegas que le precedieron.
Eso pasa con Blade Runner 2049, Denis Villeneuve ha dirigido este proyecto subido a hombros de gigantes. Esos titanes son: la propia Blade Runner de 1982, como pieza conceptual de poliédrica iconografía anclada en el imaginario popular colectivo, Ridley Scott como director encargado del proyecto en un periodo de gracia que no ha vuelto, la antológica fotografía de Jordan Cronenweth, el diseño de producción de Lawrence G. Paull y Peter J. Hampton que dotan de identidad ciberpunk al mundo donde se desenvuelven los personajes, el guion de Hampton Fancher (también participa en la secuela) y David Peoples sobre la obra de Phillip K. Dick y la emotiva y evocadora música del, probablemente, mejor score de Vángelis.
Da vértigo ¿no es cierto? Que un gran estudio te ponga al frente de una de las secuelas más esperadas con expectación y temor a partes iguales tiene que hacer que la alegría sea directamente proporcional a la presión de abordar una pieza de culto de la cultura popular del posmodernismo de los 80 y sobre todo, ser honesto contigo mismo como creador y aceptar el reto sólo sabiendo que realmente puedes con él.
Hay muchísimas películas de distintos géneros pero sobre todo de la ciencia ficción que se han convertido, con el paso de los años, en franquicias donde han horadado y rumiado directores y guionistas de distinto pelaje y calidad artística. Blade Runner era esa pequeña joya denostada en los cines pero venerada y peregrinada en los videoclubs que permanecía sola, única como único discurso audiovisual explicativo de su universo. Una dialéctica narrativa y estética basada en una nostalgia selectiva enmarcada en un futuro distópico para recrear ese estado de melancolía tan de los 80 reales, no del revival pastiche lamentable que se vive desde la década pasada. Esta melancolía posmoderna no podía aplicar en una visión actual de Blade Runner y más con el guion definitivo que quedó y los planteamientos artísticos y estéticos del director. Es cierto que vivimos momentos de enfrentamientos entre grandes potencias muy en la línea de la guerra fría pero Villeneuve adopta una postura muy determinada para dar forma a Blade Runner 2049 precisamente por eso. Hay algo de relectura de ese posmodernismo de los 80 al que me refería pero desde una óptica actual.
El director tuvo varias opciones: una, despegar directamente desde los hechos acontecidos en la original como cualquier secuela limitándose a homenajear la pieza clásica calcando hasta la luz de los decorados. Nada arriesgado, nada original y encima complicado de hacer a tantos años del estreno del 82, mala opción. Dos, también pudo situarse en una órbita muy alejada de la iconografía y el universo creado por el equipo de Scott en los 80 y crear con total libertad para morir tras el estreno lapidado por la crítica y quemado en pira funeraria pública por los seguidores de la cinta, una cinta que cuenta con varios elementos para ser considerada origen de un culto cuasi religioso, marcado por la dialéctica y la profundidad emocional y metafísica de su discurso y la realidad psicológica de sus personajes.
El director canadiense no hace nada de esto y lo hace todo al mismo tiempo, me explico. Villeneuve realmente saca a flote una secuela que no era necesaria pero que puestos a realizarla tiene que estar al nivel de una secuela digna. Todos sabíamos que no iba a estar a la altura de la original, el que pensara lo contrario lo siento pero es un iluso, sólo las segundas partes del Padrino y de Terminator han logrado acercarse a sus predecesoras y las dos estuvieron dirigidas por el mismo director de las primeras partes. Villeneuve homenajea la esencia de la original tomando cierta distancia con la inclusión de justificaciones estéticas y de marco descriptivo incluyendo hechos como “el apagón”. Este único acontecimiento revoluciona el mundo que dejamos en la primera Blade Runner y eso tiene una repercusión en la historia, en los personajes y sobre todo en la paleta de colores pardos que protagoniza la película. Pero el canadiense sabe sumergirse en los hitos estéticos de la original como cosiendo una historia con una aguja que puntea a veces cerca de la película del 82, luego en tierra de nadie y crea una costura que es hermosa pero que no mantiene los tejidos unidos al cien por cien.
El territorio que nos muestra es familiar y a la vez nos desorienta. Una nota explicativa algo breve dice qué ha cambiado y qué no en los treinta años transcurridos desde la primera película. Una justificación sobria y escueta para dejar paso a momentos y planos emocionantes como los transcurridos en el Casino donde está el personaje de Harrison Ford, los conciertos holográficos creo que quedarán para la historia del cine.
Decía que Villeneuve estaba a hombros de gigantes y sin duda podría haberse despeñado pero es que a su lado, sobre esos hombros, viajaba un equipo de los que se envidian para una misión como esta. El guion de Hampton Fancher y Michael Green coloca la cinta en la tesitura de rendir honores a la original al mismo tiempo que intenta librarse de su alargada sombra. Pero aunque no te guste la historia es innegable, en cuestiones cinematográficas, que con Villeneuve, desde las primeras tomas aéreas de un paisaje agrícola desnaturalizado hasta la pelea que acontece luego, estamos ante un virtuoso de la estrategia visual, un cuentacuentos astuto pero que en ocasiones se pasa de listo y lo sabe porque puede autoimponerse límites y eso es de agradecer.
Villeneauve tiene otros cómplices importantes, el fotógrafo Roger Deakins, el jefe de diseño de producción Dennis Gassner y el equipo de efectos especiales que han sabido crear espacios que son rarezas para lo que el espectador esperaba pero que están dotadas de una belleza sucia y abandonada que vuelven a ponernos sobre la línea de que no estamos viendo la secuela al uso advenediza. Hay demasiados cambios y a la gente no le gustan los cambios y el caso es que la historia no está increíble, de hecho es bastante complicado destriparla en un artículo y estropearle la película a quien no lo haya visto y eso debería decirnos mucho del guion pero de ahí a decir que es malo hay un margen.
En el apartado musical donde han trabajado Jóhann Jóhannsson, Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch parece que el objetivo ha sido seguir las directrices de Villeneuve y homenajear lo justo y desde la lejanía la música de Vángelis. Algo muy acertado en una película que no hubiera soportado el lastre de una readaptación total del antiguo score, eso podría haber sido fácilmente una puñalada auditiva y se agradece que no prime la música aunque en ocasiones se echen de menos las trompetas sintéticas del compositor griego. Eso sí, la conjunción de las partituras con el diseño sonoro es espectacular.
En cuanto a los personajes tenemos un replicante, K, interpretado por Ryan Gossling en un trabajo que se le ha criticado creo que precisamente por interpretar bien su papel de humanoide alienado, de ahí el origen Kafkiano de su inicial y su nombre de pila, Joe. Pero eso ya lo vimos en la original, esa alienación, ese pathos tan humano y al mismo tiempo tan de los replicantes, esa paradoja, esas dudas acerca del creador y el tiempo que nos queda. La evolución del discurso filosófico en esta entrega pasa a ampliarse incluyendo unos replicantes más obedientes, una nueva mega corporación dirigida por el personaje de un solvente Jared Leto y una nueva inteligencia artificial encarnada por el personaje de Joi (me sorprendió gratamente el trabajo de Ana de Armas) que desarrolla el tema de la IA apoyándose en visiones cinematográficas que ya hemos visto en «Her» de Spike Jonze o la propia IA de Steven Spielberg donde se me antojan más profundas, sobre todo en el trabajo de Jonze sobre la interacción humano e inteligencia artificial aunque discurren en realidades distintas.
Harrison Ford vuelve a emocionar como actor después de mucho tiempo y aunque da la sensación de que no se ha hecho justicia con el peso de los personajes femeninos en un guion en el que sólo se luce la española, el conjunto de actores se mantiene digno ante la monstruosidad del proyecto. Robin Wright está un poco perdida y su personaje desaprovechado. Sylvia Hoeks que interpreta a la asistente de Leto, Luv, parece querer asomar la cabeza en cada toma subsanando los altibajos de su personaje con una tensión que en ocasiones se siente sobre actuada incluso para alguien que interpreta a un replicante. Luego tenemos el papel de la científica enclaustrada en una burbuja por su salud (no quiero hacer spoiler pero creo que es una trama mal desarrollada y ejecutada con prisas).
Van a correr ríos de tinta hablando de la película, habrá opiniones para todos los gustos pero lo que queda claro es que Villeneuve sale vivo de donde otros no hubieran vuelto jamás, y eso no significa que haya creado una obra maestra, simplemente ha sabido ser un buen artesano y entregar a la posteridad algo admirable y hermoso de disfrutar. Ha hecho la película que ha querido sin exceso de respeto, orbitando sobre la original, descendiendo a picotear sólo cuando le convenía y aunque no logra emular los planos, los diálogos y el espíritu de su predecesora es una película que se disfruta más conforme más la ves y eso es algo que la hermana con la primera. Ninguna de las dos ha contado con un éxito brutal en taquilla pero despiertan pasiones ¿Las respuestas que se nos dan en esta entrega nos satisfacen? Bueno, eso queda en el ámbito de lo personal, lo que creo que sobran son productos periféricos como la serie de animación que está por salir.
Queda una preocupación, una puerta abierta. En el guion original la historia no acaba como hemos visto en los cines, iba a acabar peor. En una entrevista con The LA Times, el co-guionista de Blade Runner 2049 y guionista de la primera, Hampton Fancher, ha revelado como era su final. “En mi guion, Deckard moría al final, pero tú (refiriéndose a su compañero Michael Green) le tenías vivo. La primera vez que Ridley y yo consideramos hacer una segunda Blade Runner en 1986 o cuando fuese, tuve la idea de Deckard y su próximo trabajo y es algo horrible lo que ocurre en mi pequeña fantasía. Ahora que Deckard vive, esa idea vuelve a mi cabeza. Pero no voy a contarte cómo es”.
¿Era necesaria una segunda película? No lo creo ¿Está justificada una tercera entrega? Da igual lo que opine, podemos estar asistiendo al desmantelamiento de un mito si entramos en la dinámica de convertirla en una franquicia pero viendo cómo está el mundo nada debe extrañarnos ¿Es la gran película que defienden algunos? No, creo que la sombra de la original es demasiado alargada aunque filmicamente el trabajo de Villeneuve es notable ¿Es el excremento que dicen otros? Para decir que algo es malo hay que argumentar y haber visto mucho cine y también haber leído mucho. Cuando se estrenó Blade Runner no hay que olvidar que muchos lectores de la novela de Philip K. Dick criticaron la visión que la película daba de la obra literaria y como en este caso creo que es gente que no está contenta con una historia que no es memorable pero que mantiene la filosofía y el discurso de la original aportando señas de identidad del equipo que la ha puesto en pantalla grande.
Al final es tan simple como comparar al Joven Blade Runner Deckard con K… pues no está mal, pero no es lo mismo… y eso que no hemos hablado de Rutger Hauer queridos amigos, ni de Sean Young o Daryl Hannah. Vuelvo a lo mismo, es una buena película pero su hermana mayor es una pieza clave del imaginario colectivo de la ciencia ficción global y eso hace que su figura parezca menguar al compararla, veamos que hace con Dune el señor Villeneuve, tengo grandes esperanzas.
Texto: Javier Titos García.
Gracias por tu comentario, seguro encontrarás más artículos de tu interés. Qué bueno que regresaste ¡Saludos!
Hola. Leyendo un poco tarde el artículo porque no revisaba El Descafeinado desde hace un buen rato. Me gustó mucho cómo hablas prácticamente de todos los aspectos de la película para dar tu opinión y presentar un panorama completo. Qué bien leer que tienes tantas referencias y que en verdad sabes de lo que estás hablando. Cambiaste mucho el mal sabor de boca que me dejó esta secuela, porque obviamente, como en la mayoría de las cosas, uno fija la atención en las cosas que no le gustan y por ello deja de apreciar cosas tan lindas como lo que mencionas. Particularmente me fascinó la fotografía y, como dices, todo el trabajo artesanal para mostrar el futuro de la historia. Tampoco hablaré de la trama, en la que estoy de acuerdo contigo, que parece demasiado forzada y sin que realmente «cuaje». Seguiré leyendo los artículos hasta ponerme al corriente. Saludos :)
Muchísimas gracias Pedro por tus palabras, creo igual que tú que el crítico que habla de un estreno no tiene que destripar la película, echo de menos la época en que buscabas criticas para ir a ver una película, ahora intentas evitar el expoiler de cualquier pequeño reportaje.
Un saludo y espero sigas disfrutando de los contenidos de «EL DESCAFEINADO»
muy buen articulo, me parece una maravilla que todavía existan críticos que para hablar de una película no tengan que desmenuzar la trama, se puede reconocer la grandeza o el fracaso de la misma sin la necesidad de ahondar en detalles específicos y caer en subjetividades. (lo que para uno es bueno no necesariamente lo es para el otro) disfrute cada palabra, sin la preocupación (como no he visto aun la película) de que me fueran a privar de una sorpresa