«Isla de Perros» es la última entrega de Wes Anderson donde nos cuenta la historia de un futurista Japón donde los canes son contagiados con una extraña enfermedad.
En la última entrega de Wes Anderson tenemos todo lo que amamos de una película de Wes Anderson: visuales increíbles con una manufactura sin errores, un reparto superestelar (Brian Cranston, Edward Norton y Tilda Swinton entre otros) y comedia sencilla y sin rodeos; todo acompañado de una música igual de extraordinaria, compuesta por su usual colaborador Alexandre Desplat.
Hecha con la técnica favorita y que se rehúsa a morir del stop-motion, Isla de Perros nos cuenta la historia de un Japón del futuro donde los canes son contagiados con una extraña enfermedad para luego ser exiliados a una isla hecha de basura donde llevan una vida decadente.
Todo cambia cuando Atari, un niño de 12 años decide ir a buscar a su perro Spots, y en el camino forja un plan para terminar con este trágico pasaje en la historia de Japón y liberar a los perros.
Si bien la historia flaquea en ciertas partes: teniendo acciones que se desarrollan de manera muy fortuita y un desenlace que se resuelve con apenas unos diálogos, lo que importa aquí (como en toda la filmografía de Wes Anderson) es la calidad de manufactura que nos regala.
Cada plano está pensado desde todos los puntos posibles, una composición perfecta y una paleta de colores diseñada con una minucia que pocos directores entregan, el diseño y desarrollo de los personajes hace que se vuelvan entrañables y no podamos dejar de sentir con ellos; haciendo ver sus películas bastante plásticas, pero no por ello falsas. Es como comer un pastel de esos que tienen muchos adornos.
En fin, que durante hora y media, «Isla de perros» es una película que nos tiene apantallados mientras vemos perritos llorando y leyendo subtítulos en japonés.
Texto: Abraham Mercado.
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