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Reseña: Festival Coordenada, día 2

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El segundo día del Coordenada fue más intenso: las cabezas de cartel más esperadas, lluvia y mucha más gente. Aquí nuestro recorrido.

Sábado 20 de octubre, Parque Trasloma, Guadalajara, Jalisco.

El sábado comenzó fuerte. Mi lista de conciertos iniciaba con Jumbo, que tocaba casi a las cinco de la tarde, pero decidí llegar un poco antes para ver cómo se ponía el ambiente en una jornada que sería larguísima. Coordenada había dejado los actos más poderosos para el cierre del festival: Cypress Hill, Offspring y Enrique Bunbury.

Quinta edición de Coordenada GDL. Foto: Antonio Zurita.

Cuando llegué a Trasloma tocaban Los Cafres en un escenario Light casi lleno, el ambiente era relajado y se notaba muchísima más gente que el día anterior, claro, era sábado.

El día de campo lucía soleado, con mucho outfit, mucha pose, mucha cerveza. Los Cafres hacían lo suyo en el entarimado y me quedé un rato hasta que, después de estirar la espalda que resintió los estragos físicos del día anterior, me puse manos a la obra con mi cometido: buscar nuevas experiencias en vivo.

Como mencioné anteriormente, Jumbo era con quien había decido comenzar el día, así que cerca de la hora me fui al escenario Original, justo al otro lado del parque. Cuando llegué ya estaba lleno y poco a poco se fue llenando más.

Jumbo salió al escenario y comenzó a darle a un setlist lleno de éxitos de antaño. Los regiomontanos se esforzaron por dar un buen espectáculo pero el sonido no les ayudó. Hubo fallas técnicas que hacían ruido y el sonido nunca fue bueno. Sinceramente fue un apartado que me decepcionó. Eso sí, pude escuchar «Monotransistor», «Siento que», «Fotografía», «Pequeño rockstar» y con eso tuve.

 

Todo lo contrario sucedió minutos después cuando terminaba Jumbo y en el escenario de junto comenzaba Rey Pila con un funk-soul-disco-indie-rock que daba a la tarde la batería necesaria para levantar a cualquiera.

El baile no se hizo esperar. Rey Pila siempre ha sido una gran banda, pero hay que destacar lo mucho que se han sofisticado y el crecimiento musical que han tenido en los últimos años.

Después de esto, tengo que confesarlo, me desconcentré y me desorganicé, así que en lugar de quedarme para ver a Love of Lesbian en el escenario Original, acto esperado por muchos, me fui al escenario donde tocaría Dorian. Borraré el por qué, ya que esta reseña intenta cualquier cosa menos ser objetiva.

No lamento la decisión, porque, aunque ya había visto a los barceloneses en ocasiones anteriores, su performance siempre es bienvenido, puntual y catártico.

Rey Pila en el escenario Viva Aerobús durante su participación en Coordenada.

En la espera, se escuchaba de lejos al rapero español Kase O que hacía un llamado a la tolerancia y hablaba de migración: «no podemos pedir lo que no damos» dijo. También habló de paz y de detener la violencia contra las mujeres.

No había mucha gente en el escenario de Dorian, pero los presentes eran en su mayoría fanáticos de la agrupación. La banda dio un recorrido por varios de sus éxitos, como la grandiosa «Los amigos que perdí», mi mood era el mismo: con eso contuve a mi bestia interior.

Trasloma estaba oficialmente lleno y faltaba gente por llegar. Los baños comenzaban a ser un problema y los asistentes se quejaban de ello. La fotografía era dantesca, tal vez medio centenar de personas agolpadas entre los pasillos de los baños móviles, estáticos, como piezas de Tetris, mientras una fila exterior presionaba para acelerar el proceso de evacuación.

DLD. Foto: Antonio Zurita.

La caminata que realicé por varios lugares del venue me hizo detenerme en el escenario de stand up un par de veces. En ese momento estaba Alexis de Anda con una buena entrada y posteriormente Carlos Ballarta tendría casa llena.

Nuevamente decisiones importantes.

Sacrifiqué a The Voidz por DLD -¡kestapasandaaaa!, decía en mis adentros. La razón era que había mucha gente y cada vez era más difícil moverse con agilidad entre escenarios, mi prioridad del día eran los británicos de Django Django, que tocarían a las ocho en el escenario AT&T, el mismo de Dorian y a años luz de The Voidz y Panteón Rococó.

DLD me sorprendió. Ya los había visto en otras ocasiones por ser habituales headliners de festivales nacionales, pero la capacidad de convocatoria sí que es de resaltar. Escenario lleno, gente coreando sus canciones, más gente llegando, agolpándose, tomándose selfies con la banda -a cientos de metros- de fondo. La locura que desató la banda fue contagiosa.

Después de estar un rato ahí y con tiempo antes de ver Django Django, seguí mi el periplo de cajón y encontré una carpa donde tocaban Los Insurgentes, una banda compuesta por integrantes de Jumbo, Dr. Shenka de Panteón Rococó y el mismísimo Galileo Ochoa, ex Cuca, por cierto una de las bandas que cerraron aquella noche. Estaban tocando «El son del dolor» con mucho entusiasmo para un grupo selecto de audiencia que podía entrar a la carpa y asistir a un toquin reducido y cercano.

Casi las ocho. Era tiempo de ir a ver a Django Django, para mi, el mejor acto del quinto festival Coordenada GDL y, claro, del sábado 20 de octubre.

La banda me gustaba desde hacía tiempo. Británicos que habían pasado tres o cuatro veces por México y que tienen algún éxito sonado en la radio, pero que tampoco es una de esas agrupaciones que todos conocen.

La lluvia tenía rato de ir y venir, Django Django la invocó con sus percusiones tribales y sintetizadores cadenciosos. Es como un «sonidero inglés» que puso a bailar a los presentes, luego de que tuvieran ligeros problemas técnicos que se minimizaron cuando comenzaron a demostrar su enorme dance rock, por establecer una etiqueta.

El concierto no se detuvo, tuvo esa cadencia precisa, un concatenación de canciones y ritmos que rolaban a sus integrantes de la batería al bajo, de la guitarra los sintetizadores, de la voz a la guitarra. Rotaban casi como las canciones de sus tres discos y que mostraron a un escenario prácticamente a la mitad. Sonaron «Marble Skies», «First light»  y cerraron con «Default», su mejor tema.

La lluvia arreció al final de su presentación y todo fue incierto. Una marabunta se refugió en un techo. El olor a humano mojado. A cerveza. A improvisación impermeable. De fondo sonaba ya Residente.

Y sí, el puertorriqueño estaba en mi lista, aunque ya había tenido la posibilidad de ver a Calle 13, Residente sigue siendo un referente de la música contemporánea, como fenómeno musical, como ejemplo de tendencias musicales populares. Llámele como quiera. Rifa.

Era masivo. La producción avasalladora. El sonido perfecto. La actitud de vándalo necesaria. Me quedé unos minutos más para ver el poder, la convocatoria, el colmillo, el momento. Obtuve lo que quería.

Residente desató la locura en Coordenada GDL. Foto: Antonio Zurita.

El objetivo estaba casi cumplido y llegué casi circunstancialmente al concierto de Sonido Gallo Negro que tenía sabor a despedida. Era el momento o la lluvia, quizá. La cumbia psicodélica estaba aderezada con máscaras, un bailongo nocturno y llovizna que le daban al cuadro unas notas de ayahuasca. Sinceramente impactante, se respiraba la profundidad y se gozaba el compás.

Para mi fue suficiente. La noche pudo haber seguido, pero mi búsqueda había terminado ahí, en ese fotograma perfecto que incluía dramatismo, banda sonora exclusiva y la sensación de haber estado en el lugar y hora correctos.

Aquí puedes leer la reseña del primer día del Coordenada GDL.

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