Por: Omar Fares Parra
(@ofares72)
Fotos: Facebook Chivas Oficial, Cochonero.com, Chivaspasión.com
El más reciente mensaje de Marco Fabián ha detonado en una polémica con opiniones divididas. Más en contra que a su favor.
En la lectura de su mensaje se percibe a un joven superado por la presión pese a que la semana pasada había asegurado que los abucheos lo motivaban y que inclusive al recordar que en algún momento de su vida también fue aficionado comprendía la reacción de los seguidores rojiblancos que aún están resentidos por su intento de salir de Chivas para enrolarse con un club de Qatar más atraído por la oferta económica que deportiva.
Pero de acuerdo con lo expresado de su parte queda claro que los reproches lo han rebasado.
Textualmente ha dicho: “No quiero sus abucheos, lastiman y desconcentran. Quiero que sólo crean en mí y yo haré lo demás”.
Es muy válido que Marco manifieste su incomodidad, pero a quien o quienes hayan asesorado al jugador a expresar su malestar, debieron repasar algunos episodios en la historia del deporte que van más allá de abucheos y silbidos.
En México hay un ejemplo de resistencia no sólo a eso, sino a insultos raciales como fue el caso de Hugo Sánchez, quien en sus inicios con el Atlético de Madrid en la década de los ochenta fue víctima de agresiones verbales del propio público de los Colchoneros que no soportaban su ineficacia ante las porterías rivales: “¡Indio!”, era como llamaban en forma despectiva al delantero que había triunfado en México con los Pumas. El otro insulto era “¡Hugo cabrón, te llevaremos al paredón!”.
Todo el estadio Vicente Calderón estaba en su contra. Hugo comprendió que había dejado de ser el Niño de Oro y se tenía que convertir en el Macho para dejar en claro que no estaba de paso. El resto es historia, Sánchez es hasta el momento uno de los más grandes goleadores en el futbol de España y sobre todo del Real Madrid.
Otro pasaje inolvidable sobre deportistas a prueba de balas es el del beisbolista Jackie Robinson.
En 1946, el dueño de los Dodgers de Brooklyn, Branch Rickey, decidió incorporar a su novena a Robinson, un jugador de raza negra, lo cual representó una falta de respeto para la sociedad blanca estadounidense.
Jackie debió controlar su carácter explosivo y tolerar todo tipo de insultos racistas, no sólo de los aficionados, sino de sus propios compañeros de equipo y de los rivales que lo hostigaban.
Imaginen lo que significó el jugar bajo ese ambiente hostil en el que una mayoría estaba en su contra no por su rendimiento deportivo, sino sólo por tener una tez de piel distinta.
Uno de los capítulos más duros para Robinson es cuando tuvo que tolerar las humillaciones del manager de los Phillies de Philadelphia, Ben Chapman quien a unos metros de distancia le gritaba para provocarlo: “¡Maldito negro! ¡Regresa a los campos de algodón de donde saliste! ¡Saquen a ese simio de ahí!”. La palabra que más repetía Chapman era la de “¡Negro!”, en un tono cantarín y burlesco para hacerlo estallar. El dueño de los Dodgers ya se lo había advertido a Jackie, que se encontraría con ese tipo personas que lo llevarían al límite para demostrarle que no pertenecía a las Grandes Ligas, considerado en ese entonces un mundo exclusivo para los blancos.
Robinson se distrajo, pero no se doblegó y venció en el juego.
Esos sí que eran insultos que lastimaban y desconcentraban. Y ¿cómo fue que Jackie salió adelante? Ganando juegos y por consecuencia inevitable el respeto y admiración de quienes lo insultaban.
Con el respeto que merece Marco, no debe distraerse con abucheos y silbidos y poner más atención a su desempeño en la cancha para que finalmente pueda conquistar el sueño de jugar en Europa donde tampoco el ambiente es sencillo cuando no se ofrecen resultados de inmediatos.