Hay quienes sostienen que el futbol no está relacionado o reproduce conductas y hábitos de la idiosincrasia de una país y su sociedad.
Más allá de los intentos por aislar al deporte más popular del mundo, del contexto socio-cultural en el que se juega, las pobres aspiraciones por ocultarlos en el mundo de las redes sociales y generar de hechos concretos un chiste viral a través de los mismo, sin buscar la generación de un pensamiento crítico a partir de ellos; hay quienes estamos convencidos en exponer lo que pensamos, y en los recientes días, lo ocurrido alrededor de Cuauhtémoc Blanco, Carlos Peña, Tomás Boy y los Pumas, nos permiten la analogía del futbol y nuestro país.
Por principio de cuentas, quien se atreve si quiera a desacreditar la figura que representa Cuauhtémoc Blanco, hay pocos elementos como para ensuciar su nombre con una crítica sin fundamentos, Blanco es la materialización mexicana del sueño de las masas en ver al hijo, hermano, amigo, o vecino del barrio, consagrarse en una figura del futbol y convertirse en un sujeto especial en una sociedad pobre y lastimada.
Blanco, el chico del barrio que soñó con ser futbolista, que lo vivió durante muchos años, convirtiéndose en un elemento de cohesión social cualquiera que fuera la época, pues pese a jugar para el América y ser odiado por muchos, también ofreció a los aficionados al futbol en el país, y a los no aficionados al juego, pinceladas de héroe nacional con sus goles enfundado en la playera verde de la selección nacional.
Paralelo a su carrera deportiva, Cuau se dio el lujo de codearse con los poderosos y con algunas muy bellas mujeres, compensando su falta de encanto superficial, con el brillo que otorga la fama y lo atractivo que representa estar junto a un verdadero ídolo moderno. Tal poder que después de sus goles y aventuras, lo llevarían a la presidencia municipal de Cuernavaca; y desde ese puesto de alcalde en México, la oportunidad de regresar vía la ilegalidad federativa a un campo de futbol, en un juego oficial y por encima de reglas, que como en la vida cotidiana en el país, ofrece cobijo e impunidad al poderoso, y desesperanza al ciudadano común.
Cuau en su figura de funcionario público, el América en su papel de equipo que marca el rumbo de las decisiones del negocio del futbol y de la liga, y la televisora que marca la agenda de un país y los tópicos de interés; todos ellos nos hacen creer en que la realidad se proyecta en el futbol soccer, es decir, poder, oligarquía, negocio y beneficio de las minorías.
Un ejemplo más lo dieron las Chivas, los medios de comunicación y el jugador Carlos Peña, el club al defender a su jugador y activo empresarial de los ataques de cierto sector del periodismo que afirma en que Peña, otro chico de barrio en vías de la idolatría masiva, se presentó en estado inconveniente a su centro de trabajo. Es decir otro ejemplo más de falta de responsabilidad y compromiso laboral, y la verdad histórica de una institución ante un hecho cuestionable. Casi como la verdad histórica futbolera del Gullit, la verdad histórica de la desaparición de 43 normalistas; ambas cuestionables y refutables.
Para cerrar, el capítulo que protagonizaron el Club Universidad Nacional A.C., los Pumas y el entrenador del Cruz Azul, Tomás Boy, quien producto de su calentura y osadía citando al fascismo un movimiento político, social, militar totalitario y nacionalista fundado en Italia para presentarlo como referencia a la entonación de un himno que no es ni cerca propiedad del club de futbol, ni a la comunidad que dice representar aludida u ofendida, por este penoso comentario.
El que un entrenador de futbol que por costumbre en nuestro país, desconozca y opine producto la calentura de un resultado, de temas que no domina, no tendría porque ser motivo de una fúrica reacción de los aficionados a este club, ni denostando o exhibiendo los escasos conocimientos de movimientos sociales e historia de Tomás Boy, pues si bien el estratega del Cruz Azul se equivocó en su comentario; el Club Universidad erró al llamarlo ignorante, aunque todos sepamos que sí ignoró de lo que habló.
Si la intención de un equipo de futbol y/o A.C. era dar una lección a Boy, falló pues sólo se mostró como muchas minorías en el país, que señalan, critican, marginan y lastiman a una persona falta de conocimientos, en lugar de buscar ayudarla a corregir o llenar su vacío de historia. Boy Espinoza como muchos ciudadanos en México requiere educación, conceptos y herramientas para salir adelante, no una burla pública de una entidad que dice representar a la comunidad universitaria, otra mentira más.
El Club Universidad o los Pumas son una A.C. que en el futbol profesional representa a la Máxima Casa de Estudios en el país, mas no son los universitarios practicando deporte profesional, por tanto la respuesta hacia Boy debió venir de alguna instancia universitaria como la Dirección de Actividades Deportivas y Recreativas, o de la propia rectoría, pues el himno que Boy llamó fascista, pertenece a los atletas y estudiantes universitarios que representan a la UNAM, no a la A.C. que se vincula con la misma.
Por ello y en los tres casos vemos a funcionarios, a su impunidad, a instituciones que cambian sus reglas según los intereses económicos en juego, y a personajes que muestran lo necesitados que estamos de educación, cultura y nuevos hábitos, y que ofrecen un futbol, una sociedad, y unas instituciones en vías de desarrollo; justo como el país.
Texto: Pablo Vázquez Rivera.