Hablar de Dragon Ball es apelar no sólo a los recuerdos de mi infancia, sino a los de muchos otros mexicanos que crecimos con las aventuras en televisión de Gokú y compañía, si bien el anime que tuvo lugar en Japón a mitad de los 80 y 90 llegó a nuestro país hasta algunos años después, ya que en aquel entonces el mundo no estaba tan globalizado como ahora.
Aún así, la series creadas por Akira Toriyama (tú no, GT) lograron en México un éxito tremendo, así como una sólida fandom de varias generaciones que ha logrado prevalecer hasta hoy, incluso a pesar de aquellas batallas interminables de miradas furiosas y diversos elementos que en su momento causaron gran polémica por considerarse “satánicos” (nada extraño para un país tan cerca del catolicismo); mis compatriotas no me dejarán mentir: a más de alguno nos prohibieron prender la televisión para ver pelear a Gokú durante un tiempo.
Fue por esto que en septiembre de 2013, cuando La Batalla de los Dioses invadió los cines de nuestro país, una mezcla de emoción y nostalgia lanzó a miles de fans a las salas, generando un éxito en la taquilla nacional que ni siquiera las críticas más negativas pudieron evitar. Cabe mencionar que gran parte de este suceso se dio gracias a la insistencia de los mismos fans, quienes no sólo lograron que Diamond Films aceptase distribuir la película en México, sino que contactaron a varios de los actores del doblaje original de la serie para solicitar su participación una vez más… y lo lograron.
Es así como llegamos a La Resurrección de Freezer, secuela de la película anterior que reúne a los Guerreros Z -actores de doblaje incluidos- para enfrentarse (de nuevo) contra uno de los villanos favoritos de la saga y primer responsable de convertir a Gokú en Súper Saiyajin.
No es necesario entrar en muchos detalles: la cinta es sumamente entretenida y respeta el espíritu de la saga, sin caer en los excesos de comedia que en su momento entorpeciera a su antecesora, pero sí implementando las nuevas tecnologías de animación que tanto le aplaudieron a La Batalla de los Dioses y que logran unas secuencias de acción impresionantes.
Quizás su único pecado sea el guión, pues por momentos parece que la trama avanza muy rápido, pero justo después desciende su velocidad y se concentra en elementos poco relevantes para el arco principal. Y respecto a su abrupta y exagerada resolución, pues…tampoco era para tanto.
Sin embargo, al final todo esto casi no importa, pues volvemos a estar ante personajes entrañables en situaciones por demás conocidas y una agradable atmósfera de nostalgia que se respira en cada asiento de la sala. Esto, para cualquier fan de Dragon Ball, debería ser más que suficiente.
Ahora veamos qué nos trae Súper.
Carlos A. Narvaez