La octava película de la saga de superéroes de Marvel llegó a los cines con una historia mesiánica que marca el cierre de la trilogía que iniciara en 2011 con ‘Primera Generación’.
Al César lo del César. Tanto al director Bryan Singer como a la Twentieth Century Fox les debemos una de las sagas basadas en cómics más longevas y exitosas del nuevo milenio, no sólo pionera del renovado cine de superhéroes, sino también de la visión “realista” de estos personajes con habilidades extraordinarias (X-Men, 2000), misma que hoy en día parece ser lo más normal para el sub-género.
Después de tres películas (X-Men 1, 2 y 3), una precuela (X-Men: Primera Generación), dos spin-offs (X-Men Orígenes: Wolverine y Wolverine: Inmortal) y la ahora clásica secuela/precuela X-Men: Días del Futuro Pasado, llega a las pantallas la octava adhesión a la franquicia, titulada X-Men: Apocalipsis – también dirigida por Singer -, que marca el “cierre” de la trilogía que comenzara en 2011 con Primera Generación y cuyos roles principales fueron encarnados por James McAvoy, Michael Fassbender y Jennifer Lawrence.
En Apocalipsis nos es presentado En Sabah Nur, un antiguo mutante egipcio que despierta en la actualidad después de varios miles de años y que, tras observar el devenir de los humanos (mutantes aparte), se enfurece y decide exterminarlos a todos, para lo cual recluta a sus cuatro Jinetes, uno de los cuales resulta ser el mismísimo Magneto (Fassbender). Cuando Apocalipsis, con todo su poderío, se revela al mundo, la última esperanza de la Tierra resultan ser los X-Men… con los nuevos X-Men… y es justo aquí en donde comienza mi conflicto con esta película.
De entrada, el guión escrito por Simon Kinberg (también responsable de Días del Futuro Pasado) da muy poco lugar a las acciones del antagonista y demasiado a su discurso mesiánico, volviéndolo tedioso y repetitivo hasta el hartazgo; esto da como resultado que el resto de los personajes carezcan de una evolución clara y orgánica durante su tiempo en pantalla, siendo los nuevos integrantes – jóvenes versiones de Jean Grey, Cyclops, Nightcrawler y demás – los más afectados, lo cual se traduce en intrascendencia para todos ellos. Pero ni siquiera los roles principales se salvan por completo de tal desequilibrio, pues incluso McAvoy, Fassbender y Lawrence se muestran cortos de intención dramática y simplemente regresan a sus roles de forma automática.
Por otro lado, el look visual de la película es ecléctico y confuso, manejando múltiples texturas y colores sin relación aparente; esto, sumado a una fotografía que se deja llevar por la desaturación y el alto contraste en más de una ocasión (aunado a un CGI que raya entre lo creíble y lo noventero), resultan en una conjugación de elementos que no terminan por embonar los unos con los otros.
Sin embargo, no todo es negativo para Apocalipsis. Gran parte de las secuencias de acción están bien ejecutadas y logran emocionar, si bien algunas de ellas se alargan hasta lo absurdo. De igual manera, el score cumple en diversas ocasiones y no abusa del tema principal, así como la trama guarda sus guiños y referencias para los momentos necesarios (mención aparte al cameo del eterno Hugh Jackman, quien en tres minutos nos entrega una de las secuencias más emocionantes de toda la película).
Pero, por encima de todo esto, los elementos de familiaridad y nostalgia de los espectadores para con la saga se mantienen; sean Patrick Stewart e Ian McKellen o James McAvoy y Michael Fassbender, los personajes ya han logrado establecerse como un referente del cine de superhéroes, aún con sus inconsistencias narrativas y enredos cronológicos que con el paso de los años han sufrido. No, no es el perfectamente planeado universo cinematográfico de Marvel Studios; es el arriesgado y otrora polémico experimento que asentó muchas de las bases que hoy en día damos por hecho dentro del sub-género.
Sin embargo, como todo lo que tiene vigencia en este mundo, el ocaso de los X-Men parece estar llegando, quizás de forma paulatina (tenemos un último spin-off de Wolverine el próximo año), pero esperemos, por el bien de la saga, que Fox y compañía no se aferren demasiado a la idea de dejarlos descansar, al menos durante unos diez o quince años.
Texto: Carlos A. Narvaez.
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