La corriente mexicana del norte
Por: Óscar Beltrán (@OscarI_Beltran).
En el mundo de las letras, ese que provee de un entretenimiento rico para alimentar a una persona de cultura y servir como soporte al intelecto, tiene dentro de si a múltiples corrientes y géneros que hacen que cada uno, a su gusto, pueda elegir sumergirse al mundo que más le resulte atractivo.
Y es aquí donde hay algunos títulos, escritores a la par, que han logrado trascender con el pasar de los años, es decir, que han vencido incuso al tiempo y su obra se ha ganado el título de Clásico. Esos que nunca pasan de moda y que es leído por miles y miles de personas al año, de los que puedes encontrar ediciones de todos colores y sabores, unas más baratas y otras no tanto; con prólogos de mil y un personas, incluso de algunos que nunca se había escuchado hablar. Esos Clásicos de la Literatura Universal son también material escolar, y muchos los catalogan como algo obligado de leer entre aquellos gustosos por el arte de las letras.
Sin embargo, hay corrientes literarias contemporáneas que han venido a dar un refresco a lo que parece es una regla, esa de que es bueno sólo por haber trascendido el tiempo. Pues muchos de los intelectuales a nivel mundial, y entre los propios escritores llaman modas a todo aquello que sea nuevo, demeritando el valor de nuevas obras literarias que nacen todos los días.
México no es un país exento de literatura de primer nivel, teniendo en el Premio Nobel, Octavio Paz, su máximo representante a nivel Mundial, pasando por nombres como Carlos Fuentes, Juan Rulfo, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Juan Villoro, Juan José Arreola, Jorge Ibargüengoitia, entre otros, que se han dedicado a desde su trinchera y refugio que son las letras, dar un panorama de lo que es México y la imagen del país a los ojos del resto del Planeta; muchas veces críticos con el propio suelo, resaltando la cultura, pero inconformes con las formas, con ese agudismo propio de cuando se habla de la política y de problemas sociales, que tienen raíces muy profundas.
Es por eso que era cuestión de tiempo, que la literatura mexicana diera un vuelco en su sentido social, era tiempo de hablar de zonas marginadas, de esa situación bipolar que azota a México que es el narcotráfico, de ese tabú en el que muchos lo ven hasta con buenos ojos, idolatran a los capos y unos que otros hasta los hacen santos y héroes de carne y hueso. Algo que no es propio de una zona específica del país, pero que es un hecho que ha tomado mayor relevancia en el norte de México.
Y es justo ahí, en estados como Nuevo León, Durango, Tamaulipas, Coahuila, Chihuahua, Sonora, Baja California y la parte del Pacifico mexicano como Sinaloa, en donde la visión de la violencia se ha desfasado y es un tema con el que se convive en el diario. Del cual, con el propio estilo del mexicano para hablar de esos temas que generan conflictos morales y sociales, los han venido analizando desde diferentes posturas, esto a manos de una camada de escritores, que se han centrado en esta temática y que han propiciado el nacimiento de la hoy llamada literatura del norte, plagada de títulos que son digeribles en lenguaje, entretenidos para muchos y que tienen un trasfondo duro y que invita a la reflexión.
[box size=»large»]Muchos lo llaman una moda pasajera, pero es un hecho que ha venido ganando adeptos, además de que nuevos autores se han consagrado bajo éste estilo de rebeldía.[/box]La literatura del norte parece tener como estandarte el lema de: “desierto, corridos y balazos”, pero el fondo es realmente más complejo que algo que en apariencia luce tan simple. Es una corriente que ha nacido como una ventana hacía lo que es la realidad del país, en donde por más que se crea que estamos ante letras que narran ficción, los hechos no dejan de ser ajenos al cotidiano que se vive en aquella zona “caliente” del país. Personajes entrañables que por momentos rayan en lo exagerado, pero una vez que se pone todo en balanza, no es tan descabellado como parece a primera vista.
Un punto que destaca en esta corriente, es el lenguaje, el cual ha dejado de ser tan rebuscado, sin apariencias y buscando ser hasta cierto punto coloquial, con el que los lectores se sientan identificados y no tengan sobre si una presión de tener palabras que no tienen sentido a primera instancia.
Muchos críticos literarios han buscado desacreditar a los autores del norte, pues los han encasillado como algo que siempre habla de lo mismo, rayando en la monotonía, además de personajes que son o muy exagerados o se sienten acartonados. Pero esa es una forma de pensar; la cual se ha ido borrando al mostrar la calidad de autores que realmente son capaces de crear obras entrañables y que pueden ganar premios, sumado a la importancia del reconocimiento de los lectores.
Antes de seguir, un punto que debe aclararse, es que esta corriente de letras, no corresponde como tal a una influencia a la Narcocultura o bien se puede catalogar como Narcoliteratura; si bien se aborda un problema social y como tiene influencias en el mexicano que es el crimen organizado, en ocasiones está presente, pero no de forma directa, lo que deja el espacio al lector para que le dé un rol específico a ciertos personajes. Aunque es un hecho que la violencia está presente justo como es, cruda, real, con ciertos tintes de humor, pero no deja de ser parte de la prosa norteña.
“Seamos sinceros: ninguno de estos autores denuncia porque ninguno desea el fin de la narcocultura. De ella se nutren sus novelas, de ella depende su imaginario. Más aún: el norte, su identidad, cuelga, en buena medida del mismo gancho”, escribió para la revista Letra Libres, el crítico literario Rafael Lemus, que define así lo que sucede con los autores norteños.
Dando paso a los autores, esos que son los protagonistas absolutas de la corriente, me gustaría comenzar con el que considero es un percusor importante, por su poco pudor ni temor de denunciar los actos, Daniel Sada, un hombre que dejó un legado literario amplio. El oriundo de Mexicali, dejó el mundo de los vivos en 2011, sin ver como en la actualidad uno de sus lbros, uno cumbre para entender de que va la literatura del norte, Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe, una novela que curiosamente toca el tema de desaparecidos (así como los 43 normalistas), robos de urnas, represión del ejército, crímenes de estad. Sin temor, sin tapujos, una de las obras más sinceras que sirve de denuncia, pero que no deja de tener un trasfondo real en el que conviven elementos con los que parece ya nos hemos acostumbrado a vivir, sin obtener respuestas, otras veces sin saber en donde informarnos. Sin duda un libro indispensable, y más cuando ya consiguió vencer la barrera del tiempo, pues fue publicado en 1999 por la editorial Tusquets. Otras de sus obras son A la vista, El lenguaje del juego y Casi nunca, entre otras.
Hilario Peña, llegó para imprimirle a la literatura una sazón única, pícara, que sí bien tiene a antihéroes propios que van de aquí para allá en el mundo del crimen organizado, presenta a modo de tragicomedia. Saltó a la fama con Malasuerte en Tijuana, en donde presenta un tímido protagonista que pronto ganó muchos adeptos, es aquí donde nace el detective Tomás Peralta, que transita en un mundo fronterizo, violento, en donde la ley se respeta poco y aunque hay grandes dosis de humor, es una pantalla para afrontar la realidad con menos crudeza. La segunda y tercera parte de la serie son El infierno puede esperar y La mujer de los hermanos Reyna. Peña tiene apenas 35 años de edad y es una de las caras a futuro para mantener vivo el estilo.
Haciendo un paréntesis, se puede llegar a comparar a esta corriente, que busca quitarse aún etiquetas, con la novela negra mexicana, que cuenta con autores de la talla de Rafael Bernal o Paco Ignacio Taibo II, con series detectivescas o últimamente con autores como Bernardo Esquinca, Francisco Amparán o César Silva Márquez, que le han dado una nueva vida al estilo detectivesco. Pero es un hecho que aquí se respetan estilos más pulcros, los escenarios no son tan violentos, y la realidad del Norte es a final de cuenta la que termina por hacer una segregación en éste caso.
Siguiendo con la lista, es muy digno de mencionarse no como un pionero, sino como una de las realidades más importantes de la literatura mexicana a Élmer Mendoza, originario de Culiacán, Sinaloa. Alguien que ya ha ganado reconocimiento de lectores, crítica y ya ganó el Premio de Literatura Tusquets. Su serie del detective “Zurdo” Mendieta, es todo un deleite, pues toma vida un antihéroe puro, pero hecho a la mexicana. Que tiene un sentido del humor plagado de un lenguaje coloquial. Las novelas de Mendoza navegaban entre los mares del crimen organizado, en la que a pesar de que se sabe que se está leyendo una novela, hay escenarios tan reales que hacen olvidar que se trata de mera ficción; es quizás allí donde recae lo mejor de Élmer, con obras que son sumamente disfrutables, divertidas y digeribles para camadas de lectores más jóvenes por su infalible humor como La prueba del ácido, Nombre de Perro, Firmado con un Klínex y Balas de plata. Las cuales siguen las aventuras de Mendieta, que reparte golpes, insultos, blasfemias, peor con esos escenarios crudos, violentos y oscuros propios de los escenarios norteños. También vale la pena destacar su obra Un asesino solitario, el cual aborda de manera “ficticia” el asesinato de Colosio y en el que Mendoza hace el uso de contarle al lector en primera persona una novela que en su estilo es única.
La lista continúa con Yuri Herrera, que es quizás el más talentoso de su generación, que curiosamente es nacido en Hidalgo, pero sus obras se desarrollan en el norte del país, algo que se entiende implícitamente, sobre todo por las temáticas que aborda, como la del arte de ser cantante de corridos, el vicio que circula por las calles, las balas y la violencia. Herrera es una voz mexicana en el extranjero, única y respetada a través de sus novelas, tal vez sea posible que su fama sea mayúscula en España que en México. Trabajos del reino, es su primer novela, la cual ganó premios y le abrió las puertas al mundo de la literatura. Es ahí donde aborda la temática del narco, con cierto respeto, en el que un cantante de corridos se debate entre cantarle a dos capos importantes, situaciones duras y que pusieron la mira de muchos sobre su prometedor futuro. Y lo hizo al consagrarse con Señales que precederán al fin del mundo, para después entregar en 2013 uno de los considerados como los mejores libros de aquel año, La transmigración de los cuerpos, en donde dejó claro su oficio y estilo norteño, con personajes que deambulan en un entorno cargado de riñas, amenazas, una ley que se pone en duda, y en la que el lenguaje es fresco, haciendo de su obra un caso único en la actualidad.
Carlos Velázquez, originario de Coahuila, es un caso único, su desenfado, su forma de retratar los temas e incluso darse el lujo de darse una especie de autobiografía en El karma de vivir al norte, donde si pudor ni tapujos, aborda los temas de tráfico de drogas hasta en el estadio de futbol del Santos, secuestros por parte de los taxistas, un pueblo sin ley, que hace pensar que aquella parte de México está olvidada, pero en la que ya se han acostumbrado a una dura realidad para muchos, que para otros es el pan de cada día. Su estilo es único entre muchos, pues sus personajes son altaneros, pero reales, como tú, como yo, cualquier hijo de vecino pues. Sus compilaciones de cuentos son La biblia vaquera y La marrana negra de la literatura rosa, en los cuales se encuentra ese humor negro a cada paso, personajes norteños que rayan en los estereotipos, pero que definen a la perfección al género del Norte. Velázquez es un escritor rudo, algo que nunca ha tenido empacho en decir que lo sacó de su padre, que es luchador.
Otros de los autores que han levantado la mano para denunciar, entre páginas y novelas, lo que sucede en el Norte del país, aunque muchas veces más que denuncia no es más que las ganas de ser un retrato y una ventana de expresión para voces que a veces parecen en el olvido son, Eduardo Antonio Parra, que es un novelista y cuentista sobre crudos temas del crimen organizado, que quizás sale un poco del lenguaje coloquial para atacar de frente y de golpe al lector en obras como Ángeles, putas, santos y mártires, Tierra de nadie, Nostalgia de la sombra y Juárez el rostro de piedra.
Luis Humberto Crosthwaite, es un autor que vino a dar refresco incluso a la propia corriente norteña. Influenciado enteramente por la novela negra de Rafael Bernal, incluso hizo cómic El complot mongol, ha entregado un par de novelas que son fundamentales dentro del estilo que viene a buscar adeptos en los mexicanos con Aparte de mi este cáliz y Tijuana: crimen y olvido.
[…] para el intercambio de libros, cinco módulos para su venta, 52 placas con el reconocimiento a escritores jaliscienses del siglo XVII al siglo XX y bancas de vidrio con forma de libro hechas por artistas […]
[…] emerge por las circunstancias de desigualdad en el país. Cargado en muchas ocasiones por una excesiva literaturización del tema, éste es la consciente visualización, por parte de aquellos artistas, de una problemática social […]
[…] Debo mencionar que aún con un final ambiguo y tal vez un poco insatisfactorio, esta novela logra capturar al lector entre los personajes, la historia, y los diversos hechos que hacen dudar de la realidad y de lo que creemos como sobrenatural. Es un gran libro para cualquier persona a la que le interesa el género negro y la ficción. […]