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Camino a Marte: un poco de aire fresco para el cine mexicano

Camino a Marte

La cinta que dirige Humberto Hinojosa es una inusitada comedia mexicana que franquea la ciencia ficción y el apocalipsis.

A no ser que hayas vivido en una cueva (o que simplemente el tema no sea de tu interés), te habrás dado cuenta de que el cine mexicano ha tenido un repunte vertiginoso en los últimos tres o cuatro años, al grado de que hoy en día podemos tener acceso a una o incluso más películas nacionales en cartelera, incluso mientras los blockbusters de las grandes compañías continúan inundando las salas de nuestro país.

Camino a Marte
La película se llevó el premio del público en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos. Foto: cortesía.

Sin embargo, a pesar de la considerable oferta de títulos mexicanos que actualmente nos son presentados, muchos de ellos, si no es que la mayoría, son comedias de gran producción, pero mediana calidad. Tal es el caso de Hazlo como hombre, que rápidamente se convirtió en una de las películas de mayor recaudación en México, si bien su trama está cargada de clichés y estereotipos que, más que proponer, confunden al espectador; o más recientemente Cómo cortar a tu patán, la cual, a pesar de tener una campaña publicitaria efectiva y un atractivo reparto, no logró esconder un guión inconsistente y una dirección mediocre.

Es en dicho panorama que llega a los cines Camino a Marte, película escrita y dirigida por Humberto Hinojosa (I Hate Love) y protagonizada por Luis Gerardo Méndez (Nosotros los Nobles, Club de Cuervos), Camila Sodi (Arráncame la Vida) y Tessa Ia (Después de Lucía), y que nos cuenta la historia de Violeta y Emilia, dos amigas que deciden irse de viaje por las carreteras de Baja California, hasta que en el camino se encuentran con Mark, un inusual sujeto que las hará cuestionar tanto su amistad como sus creencias.

Camino a Marte
«Camino a Marte» llegó a 600 pantallas en el territorio mexicano. Foto: cortesía.

El primer punto a favor de la cinta es su tono, una mezcla de drama con ciencia ficción que muy pocas veces hemos visto en las propuestas nacionales; a su vez, el guión aborda con sutileza los elementos característicos del género, ya que en ningún momento los convierte en un motivo de espectáculo, sino que su atención está enfocada en la relación de los protagonistas en medio del anunciado Apocalipsis (el cual extrañamente sólo parece tener lugar en nuestro país).

En esta misma vertiente destaca la naturalidad con la que Hinojosa presenta una serie de temas no poco controversiales para la sociedad mexicana, tales como el uso de drogas con fines medicinales o la compleja ambigüedad de las relaciones sexuales. Esta introspección por sí misma es más que suficiente para posicionar a Camino a Marte por encima de otros títulos que en el pasado han abordado dichos temas con más pena que gloria.

También cabe mencionar la química entre Camila Sodi y Tessa Ia, ya que gran parte del peso dramático recae sobre sus personajes, mismos que se sienten frescos y arriesgados, aunque algunas de sus acciones sean impulsivas y casi injustificadas. En contraste con ellas se encuentra Luis Gerardo Méndez, a quien se agradece ver en un papel fuera de su zona de confort, si bien su interpretación por momentos se percibe forzada y casi nos hace desear que alguien más hubiese tomado su lugar.

Camino a Marte
Camila Sodi y Tessa Ia. Foto: cortesía.

Y ya en cuestiones técnicas, tanto la fotografía de Guillermo Garza (Zoé: Panoramas) como la música de Rodrigo Dávila (vocalista de Motel), son un complemento perfecto para la atmósfera que retrata el director; la primera por el manejo efectivo del close-up y la profundidad de campo (a excepción de un par de momentos en los cuales se hubiera agradecido una puesta en cámara más abierta); y la segunda por la exaltación del sentimiento de nostalgia que acompaña a la película hasta los créditos finales.

Por todo lo anterior, Camino a Marte es una película que, si bien tropieza con sus ambiciones en más de una ocasión, su espíritu aventurero no sólo la convierte en una historia que vale la pena contar, sino también en un soplo de aire fresco para el cine mexicano.

Texto: Carlos Narvaez.

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