De la primicia a las alfombras rojas; los festivales de cine permiten adentrarse en las tendencias más significativas del momento.
En estos tiempos estamos siendo bombardeados semana con semana de estrenos en cartelera que, si no aseguran un éxito en el primer fin, corren el riesgo de retirarse de la exhibición. Ahora imaginemos que si de 10 salas, ocho son para el blockbuster del momento y dos para todas las demás, nos sólo nos quedamos con una oferta limitadísima, sino que el seguirles la carrera a todas se convierte en prácticamente imposible.
Por suerte, tenemos espacios seguros donde podemos estar (más o menos) al tanto de lo que se hace en otros lados: los festivales de cine. En México, desde hace unos años, hemos estado creciendo en cuanto oferta misma de festivales, cada estado (y prácticamente cada ciudad) cuenta ya con un festival y las producciones independientes tanto nacionales como de otras partes del mundo se van tornando más accesibles.
¿De qué se encarga un festival?
Bueno, como he mencionado antes, es un espacio (de aproximadamente una semana) donde se exhiben y entran en competencia largometrajes y cortometrajes de todo el mundo. Todos tienen ofertas diferentes; unos son encuentros de mercado (como el FICG, Festival Internacional de Cine de Guadalajara) donde hay talleres, apoyos para proyectos en desarrollo y conferencias. Otros también tienen actividades alternas, como el rally universitario del GIFF (Guanajuato International Film Festival), cuya entrada a todas las actividades son gratuitas.
A propósito de que el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) se llevó a cabo del 20 al 28 de octubre pasado, tomémoslo como ejemplo de análisis sobre qué es un festival y de qué maneras particulares trabajan cada uno.
El FICM ha tenido un crecimiento notable desde sus inicios y hoy día es uno de los referentes internacionales. ¿A qué se debe este éxito? Pues que se encuentra aliado a la cadena de cines más grande en Latinoamérica, haciendo bastante atractiva la oferta de exhibición y distribución. Si una película tiene éxito aquí, es casi garantía de exhibición en los próximos meses.
Año con año, hacen una selección de los largometrajes que han estado dando la vuelta al mundo en festivales de la talla del de Toronto (TIFF), la Berlinale, Cannes, el festival de Venecia, etcétera; simplemente este año llegaron Shoplifters y Capernaum, ambas grandes ganadoras del festival de Cannes. Así como traer a invitados especiales de la talla de Juliette Binoche, Peter Greenaway, Quentin Tarantino, o como este año a Damien Chazelle y a Lynne Ramsay, entre otros, convirtiendo al FICM en un bullicio de la farándula.
Sin embargo, esto es un arma de doble filo. La oferta de este festival es bastante grande y llamativa, tanto, que las películas que más suenan, tienen ya fecha de estreno en México. En esta edición se exhibieron First Man de Damien Chazelle (que se estrena ya el próximo mes), Clímax de Gaspar Noé o Perfectos Desconocidos de Manolo Caro (ambas con fecha de estreno para finales de año) y otras tantas. Entonces, ¿a qué va uno a un festival de cine? ¿a ver las películas antes que nadie? ¿a las alfombras rojas? Parece que sí, la primicia de ver algo antes que nadie tiene mucho peso entre los espectadores.
Aquí también se estrenó Roma de Alfonso Cuarón, cuyos boletos se terminaron en cuestión de minutos (se los dice alguien que intentó comprar boletos a los tres minutos de haberse liberado y ya estaban todas las salas agotadas en todos sus horarios, tanto online como en taquilla). Cabe mencionar que esta película se estrena en Netflix y en cines selectos en diciembre.
Otros títulos que igualmente hicieron mucho ruido en todo el mundo son Todos lo saben (debut en español de Asghar Farhadi), The miseducation of Cameron Post (con Chloë Grace Moretz y ganadora en Sundance), Vox Lux (con Natalie Portman), Las Niñas Bien (mexicana que hizo ruido en Toronto) o ¿Podrías perdonarme? (con Melissa McCarthy) entre otro montón.
A lo que voy con todo esto, es que hay que priorizar lo que veremos (esto aplica para cualquier festival). Hay largometrajes primerizos cuya única ventana de exhibición son los festivales; así como cortometrajes de estudiantes que quieren hacerse un lugar en la industria.
En fin, lo bueno de estos eventos es que tenemos la oportunidad (quizás irrepetible) de ver obras como fueron pensadas para verse en la pantalla grande.
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